Quería haber mandado esta carta antes, pero me decido ahora a colación de la noticia aparecida el 27-7, en este diario bajo el título 'Radares, mucho más que multar'. El mismo título hace alusión a lo que pensamos la inmensa mayoría de los conductores: hay algunos de estos aparatos cuya única finalidad es la económica. Y hago esta solemne afirmación pensando en un radar móvil que aparece y desaparece a gusto de la autoridad, al acecho del conductor confiado, que no mal conductor, que pasa diariamente por ese punto.

Me estoy refiriendo a los radares que a veces se apostan en la llamada Gasolinera de San Carlos, a la altura del recinto ferial de Ifeco, en cuyos escasos 5 metros debemos pasar de 80 km/h. a 50. Hecho sumamente difícil si no es pisando fuerte el freno, consiguiendo así todo lo contrario de lo que se pretende o se debería de pretender con el uso de estos radares, que es evitar un accidente potencial. Después de 15 años pasando por este punto, ya que mi trabajo se encuentra en el Polígono de Las Quemadas, siempre me había preguntado por qué algunos conductores en esta larga recta pisaban el freno tan violentamente sin causa aparente, más de una vez me he llevado un susto al tener que aminorar mi velocidad de golpe. Hasta que un buen día llegó a mi casa una bonita multa de 300 euros por ir en esta reta, a la "friolera" de 72 km/h... "pa'berse matao", pensé sarcásticamente.

Pruebe a ver la autoridad competente no solo a hacer caso de estas dos señales de 80 a 50 en menos de 5 metros, a ver si es capaz de hacerlo sin entorpecer o poner en peligro al conductor que nos precede o a nosotros mismos, o pruebe a ver la misma autoridad a respetar el irrisorio límite a 50 km/h., sin parecer una pobre viejecita asustada al volante entorpeciendo el ritmo fluido de la circulación. En este caso y seguro que en otros que desconozco, sí puedo afirmar rotundamente que la finalidad del radar es puramente recaudatoria.

Inmaculada Rodríguez Morillo

Córdoba