El Córdoba CF añadió ayer un episodio más al folletín que acompaña a la gestión de la familia González al frente de la entidad, al romper en la misma mesa del despacho del notario el proceso de venta del paquete mayoritario de las acciones a la sociedad Aglomerados Córdoba SL, como habían acordado, por discrepancias en la forma de pago del segundo plazo del precio convenido. Carlos González tomó hace casi 7 años la propiedad de un Córdoba CF en concurso de acreedores, un club bajo continuas turbulencias financieras a las que la provincia siempre había sido capaz de responder a lo largo de decenios, hasta que los efectos de la crisis limitaron la capacidad de reacción del empresariado cordobés. En ese batiburrillo, llegó una familia con el sello de ser capaz de sorprender por lo imprevisible de muchas de sus decisiones, por su falta de transparencia, por su facilidad para abrir frentes en distintos ámbitos institucionales y sociales y por un bucle continuo que ha dejado la impresión de que el Córdoba CF en este tiempo no ha estado nunca en venta pero ha estado siempre cerca de ser vendido. A pesar de vivir tiempos de bonanza económica y deportiva, el Córdoba no ha llegado a gozar de una estabilidad a causa de las tensiones que de forma permanente han ido apareciendo por el camino, y el capítulo que se vivió ayer lo resume. Ahora, cuando más necesidad tiene el Córdoba de encontrar paz social y un ambiente óptimo para que el equipo afronte la heroica tarea que necesita para salvar la categoría, la operación de venta al tándem León-Oliver encalla en controversias contractuales que siembran dudas y desazón entre la afición. Esperemos que esta situación de última hora sea solo un episodio de diferencias que puedan aún reconducirse para que el Córdoba encuentre las condiciones favorables que le permitan salvar la temporada.

Alejandro y Carlos González, el pasado 20 de diciembre. Foto: SÁNCHEZ MORENO