De todas las mesas de trabajo que se están creando en los últimos meses, mayormente para pelotear los problemas o estirar en el tiempo las decisiones municipales sobre temas complicados, la creada ayer por la Junta de Andalucía en Córdoba para estudiar el funcionamiento futuro del Palacio de Congresos de la calle Torrijos --el de toda la vida, ese que parecía que no servía para nada y ahora es la única esperanza del sector-- parece, como mínimo, un paso lógico y coherente: antes de que termine la obra, vamos a acordar la gestión, de manera que con el último ladrillo podamos empezar a trabajar. Suena bien, ¿verdad? La mesa lo tiene difícil, porque sus componentes parten de supuestos alejados: los empresarios de CECO quieren gestión privada, CCOO defiende la pública, UGT dice que lo importante es un plan de usos útil para la ciudad... La Junta se dice abierta a sus aportaciones, con las que quiere pergeñar un buen aprovechamiento de los recursos públicos al servicio del sector de organización de congresos y eventos, que lleva años y años reclamando un espacio adecuado. Ahora, con el proyecto del Parque Joyero completamente enfangado y camino del Tribunal de Cuentas, solo queda Torrijos, y esto cruzando los dedos para que, tras dejar la anterior adjudicataria la obra colgada, pueda terminarse el año que viene. O, al menos, antes de que algunos nos hagamos viejos del todo. Si esta nueva comisión es capaz de tener las cosas preparadas para un buen despegue, la ciudad se habrá puesto alguna pila de las muchas que necesita.