Entre otras barbaridades como la reducción de presupuestos para Educación y la Salud, Trump ya ha literalmente retirado el compromiso del presidente Obama para una mayor contribución de USA a la reducción del efecto invernadero que es el mayor causante del cambio climático con compromisos reducidos de momento pero de gran alcance en pocos años. Todo lo conseguido con gran dificultad hasta ahora en las reuniones internacionales se ha echado por la borda en un país de los que más contaminan por su alto nivel industrial.

Permanecer ciego, incrédulo, indiferente al cambio climático es solo por intereses económicos y ya no por desconocimiento. No hacen falta mediciones sofisticadas de científicos especialistas y reportajes en los medios, para que los ciudadanos comprobemos día a día que el clima está cambiando.

Ahora la ocurrencia de Trump y sus asesores es minimizar los efectos del cambio climático reduciendo la radiación solar incidente no con nubes sino con una capa extensísima de millones de toneladas de dióxido de azufre en las capas altas de la atmosfera para que actúe como «sombrilla química» y disperse los rayos solares. De esta manera se consiguen dos objetivos: A) Seguir favoreciendo el calentamiento global por la quema de combustibles fósiles en las industrias de EE UU; y B) Producción de millones de toneladas de dióxido de azufre en EE UU, claro. Dos estrategias sinérgicas en la línea del inefable America, first.

Existen procedimientos muy variopintos descritos hace años para la modificación artificial del tiempo meteorológico. En el caso de la reducción de la temperatura media terráquea es cierto que las cenizas de grandes erupciones volcánicas han disminuido momentáneamente esta temperatura. Pero las extrapolaciones de este hecho constatado han dado lugar a leyendas, extrapolaciones, etc., lamentablemente pocos desmentidos. En internet se pueden encontrar verdaderas barbaridades en este contexto sin ningún sustento científico-técnico.

Parece que Trump y sus asesores no saben que el precio de un crudo de petróleo depende de la proporción de azufre y nitrógeno que contenga, ya que al quemarse produce los gases dióxido de azufre y óxidos de nitrógeno, que con la humedad atmosférica se convierten en los ácidos fuertes sulfúrico y nítrico disueltos en las gotitas dispersas que causan la devastadora «lluvia ácida», que es nefasta para la imprescindible vegetación que la quema y la vida animal. Imagínense una persona respirando ácidos fuertes dispersos. Seguro que Trump y los suyos lo saben, pero maliciosamente se lo callan. ¿A quién pretenden engañar?.

Los efectos secundarios en este caso serán más relevantes que el remedio químico que se pretende aplicar. Inevitablemente estos millones de toneladas de dióxido de azufre irán cayendo de las capas altas de la atmosfera y se transformarán en lluvia ácida. Espero que la sensatez y el sentido común aborten esta idea descabellada. Además, también confío que los científicos y tecnólogos involucrados en esta descabellada idea sean honestos y convenzan a los políticos estadounidenses que esta opción es contraria a los Derechos Humanos.

* Catedrático jubilado de la UCO