Por derecho propio y numerosos títulos Oriol Jonqueras es hoy uno de los hombres más famosos del país. En un partido como el suyo, Ezquerra Republicana de Catalunya, de imbatible capacidad fagocitadora dentro del muy cainita panorama político español, su ascenso ha sido meteórico y su liderazgo singularmente caudillista. Y todo indica que éste se mostrará sólido durante largo tiempo, así como su presencia en la vida pública catalana y española.

Este joven prohombre es, como se sabe, licenciado en historia moderna y contemporánea. Apasionado de su oficio, divulgó durante unos años los principales jalones del pasado de su solar natal en un programa televisivo de notable audiencia. A tono con el sentimiento imperante en su medio social y en la colectividad educativa del Principado del arraigo de la democracia y las mayorías parlamentarias absolutas de Convergencia i Unió, las tesis y planteamientos de dicho programa son fáciles de imaginar, aun sin haber tenido la ocasión de visualizarlo detenidamente. El victimismo más desbordado inundaba por aquel entonces la enseñanza y repristinización de extensas parcelas del ayer catalán desde la pérdida de su dinastía autóctona y la entronización de la castellana de los Trastamaras en 1412. La queja identitaria e historiográfica se convertía en clamor vindicativo al rememorar 1713 y la abolición de las leyes y particularidades del Principado por el primer Borbón, Felipe V. Más adelante, Espartero, Primo de Rivera y Franco acabaron de completar el genocidio cultural de un pueblo en vanguardia en todos los planos de la modernización española y heredero de la gloriosa tradición de su pasado bajomedieval. En líneas generales, esta era la visión dada en los distintos grados de la enseñanza en Catalunya, sin que su impartición universitaria difiriese mucho de ella, antes al contario, con una hipertrofia de sus caracteres negativos rayanos, a las veces, en lo grotesco. De manera opuesta a lo acontecido en otras comunidades que asistieron también al revival del espíritu nacionalista --genético o importado y artificial--, los profesionales de Clío alentaron en el Principado el enfoque en ocasiones maniqueo y siempre polarizado de la historia de su territorio, con exclusión real de los grandes laboratorios mediáticos y académicos de los estudiosos con aspiraciones de objetividad e independencia científica. Faltos éstos del apoyo de las instituciones que debieran prestárselo o ganados finalmente algunos de entre ellos por el oportunismo, las voces que aireaban un mínimo pluralismo dejaron por último de oírse o se expatriaron...

En la vertiente de los nacionalismos el combate por la verdad acaba siempre por dirimirse en el campo de la reconstrucción histórica. Con la renuncia a entablarlo se obliteran los caminos de un posible entendimiento capaz de construir una mínima plataforma para un diálogo positivo. Ni la derecha --por estulticia y dejadez-- ni la izquierda --por insensibilidad y sectarismo-- españolas comprendieron nunca la atención, socialmente prioritaria en un país de tan rico y contrastado pasado, debida a la labor de los trabajadores de Clío comprometidos con la imagen verdadera de una nación vivificada desde su nacimiento por corrientes múltiples, pero convergentes en la construcción de un pueblo, fecundo en su proyección civilizadora y en el día a día de una convivencia enriquecedora para todos sus integrantes. Lástima grande que la entrega y abnegación del joven historiador Oriol Jonqueras en su cruzada independentista se nutran de una idea alejada de lo que fue la realidad cuotidiana en la andadura más dilatada y esencial de la España moderna y contemporánea, de la que Catalunya destacó a menudo como porción dinamizadora y avanzada.

* Catedrático