La respuesta de Pedro Sánchez a los malos resultados del PSOE en Euskadi y Galicia, comunidades en las que tuvo la responsabilidad de gobernar y ahora ha pasado a ser la cuarta o la tercera fuerza políticas en sus respectivos parlamentos, ha sido lanzar un auténtico órdago a sus críticos en el partido con la propuesta de convocar a la militancia el próximo 23 de octubre para elegir en primarias al secretario general, que debería ser ratificado por un congreso ordinario que tendría lugar en los primeros de diciembre. Esta propuesta deberá refrendarse en el comité federal del sábado, donde seguirá la batalla que se inició ayer con un descarnado enfrentamiento entre ambas facciones. El número dos del PSOE andaluz rechazó el congreso y exigió «responsabilidades» a Sánchez, criticado también por otros dirigentes socialistas.

El debate larvado y enmascarado que duraba ya meses estalló ayer. La jugada que intenta Sánchez es arriesgada, pero el líder socialista confía en la militancia, que ya le eligió por amplia mayoría. Su planteamiento coloca a los barones entre la espada de pronunciarse por investir a Mariano Rajoy mediante la abstención y la pared de rechazar un hipotético Gobierno alternativo que evite terceras elecciones, si es que pueden lograrlo. La iniciativa de Sánchez contradice el acuerdo de abril de celebrar el congreso tras la formación de Gobierno, pero el choque ha llegado tan lejos que la clarificación puede ser necesaria y por eso pretende adelantar el cónclave del partido.

Sánchez es responsable de los malos resultados de «los peores resultados de la historia», por más que existan también causas evidentes como la recomposición del mapa político por la aparición de partidos que ocupan el espacio socialista y anuncian que el bipartidismo, con un PSOE hegemónico en la izquierda, seguramente nunca volverá. El argumento de que con 85 diputados no se puede gobernar parece cuestionado por el hecho de que algunos barones mandan proporcionalmente con los mismos o menos escaños en sus comunidades mediante pactos con Podemos. La debilidad argumental de Sánchez reside más bien en la dificultad de que el Gobierno alternativo que propugna se haga realidad, a la vista de que dos de los tres componentes se repelen. Esa es su apuesta, quizá fallida, pero la de sus críticos solo puede ser que gobierne Rajoy, aunque no lo digan, y el relevo del secretario general, que a juzgar por la resistencia de Sánchez a seguir los pasos de Almunia o Rubalcaba tras sus fracasos electorales se va a convertir en un episodio de pura lucha por el poder, que puede derivar en una auténtica catarsis en el partido. H