Fue siempre como un junco pequeño y delgado, pero con salud de hierro y nervios de acero. Hoy, a sus 89 años, monseñor Pedro Casaldáliga, el obispo poeta de los marginados sigue siendo un junco, pero doblado por el Parkinson. Desde su silla de ruedas administra sus silencios y economiza sus palabras, que, de vez en cuando, siguen fluyendo como dardos proféticos: lacónicos y justos. José Manuel Vidal ha visitado al obispo Casaldaliga y le ha entrevistado en exclusiva para el portal que dirige, Religión Digital, en un amplio cuestionario que el obispo-poeta va contestando con palabras electrizantes. Hay una pregunta, la primera, que el periodista le plantea con toda claridad: «Don Pedro, como catalán y Premio de Cataluña, ¿qué opina del procés?». Su respuesta es diáfana: “Preferiría que no hubiese independencia en Cataluña. Hay personas sensatas que van a enfocar la cosa de forma diferente. No es un proceso natural. No tiene sentido». La voz de Casaldáliga se une a la de los obispos españoles, apostando por el diálogo dentro de la Constitución. Un diálogo con condiciones claras para las partes. En primer lugar, «generoso y honesto» en el «respeto a los cauces de la Constitución». En segundo lugar, tiene que salvaguardar tanto «los bienes comunes de siglos» como «los derechos de los diferentes pueblos que conforman el Estado». De estos dos premisas del diálogo extraen los obispos las consecuencias. Piden a las autoridades y a los propios ciudadanos que «eviten decisiones y actuaciones irreversibles y de graves consecuencias, que los sitúen al margen de la práctica democrática amparada por las legítimas leyes que garantizan nuestra convivencia pacífica y origine fracturas familiares, sociales y eclesiales». Aparecen de fondo, dos consignas: mantener un perfil bajo y dejar que los propios obispos catalanes decidan la politica eclesiástica a seguir, y no mostrar en público las diferencias entre los obispos españoles y catalanes, que las hay. No olvidemos que los obispos no opinan, enseñan.

* Sacerdote y periodista