La cosa sigue sin estar clara, sin arreglarse, y llevamos varios miles de años así, o sea que no es de ahora. Publica este diario la imputación judicial de noventa y tres personas por el robo de trece toneladas de aceitunas. Stop. Silencio. Concedámonos una pausa y volvamos leer lo anterior. Ya está. O sea, no sé si me entienden. Aceitunas, cables de cobre, supermercados y pañales, etecé , al cuartelillo y de cabeza al juzgado. A otros --desde hace miles de años, ya digo-- cuesta la misma vida imputarlos, o ni siquiera en varias vidas que viviéramos lo íbamos a ver. También es cosa de miles de años atrás aquello de que el que manda tiene razón y ordena que le escriban la Historia a su medida, aunque ahora, como todos los medios se adscriben a algo o a alguien, las hemerotecas son más divertidas y plurales, por decirlo así. Por eso, el Gobierno no se equivoca cuando dice que la reforma laboral está dando fruto y que lo vamos a ver. Sí, pero de momento lo que vemos son otros sesenta mil parados más en este pozo sin fondo, en este callejón sin salida. Y es que ya no estamos para creer sino como a lo Santo Tomás, si no lo veo no lo creo, que tuvo que verlo para creer. De lo cual se deduce, colige e infiere que a quien se la dan con queso (por decirlo a lo fino) hoy día es porque quiere. Sin justicia hace miles de años, sin decencia gubernamental hace otros miles, los ciudadanos siempre hemos tenido dos opciones, la de hacer algo ya se ve que no ha servido de nada porque todas los males vuelven a su cauce según Lampedusa (italiano). Por eso los italianos votan a Pepito Grillo. Y pronto los demás.

* Profesor