Hace tiempo que no oímos la que llegó a convertirse en una frase manida: "Una imagen vale más que mil palabras". Será porque ya no estamos seguros de que así sea, sino que, más bien, tendemos a pensar que necesitamos estar expuestos a mil imágenes para que a su paso nos pueda caer una palabra.

Porque son raras las palabras que llegan a expresar ideas, alcanzan a ser debatidas y construyen luego discursos. Manda la imagen (la televisión es el gran valor de lo público), el espectáculo y el barullo. Una suerte de transparencia total que oculta aquello que de verdad escasea: el pensamiento.

Viene este preámbulo a propósito del maratón televisivo iniciado la pasada semana por el flamante secretario general de los socialistas, Pedro Sánchez, en un programa tipo lavadero público y que nadie --ni siquiera quienes lo monitorizan-- imaginan dónde puede concluir. Es cierto que los críticas que recibe de sus contrincantes políticos son insinceras; le atizan porque se les ha adelantado con tanta determinación que, acaso, no puedan darle alcance en esta carrera del espectáculo que tan bien conocen.

Aunque lo preocupante del caso no deberían ser las cuitas de los partidos políticos, las redes sociales y la excesiva expectación periodística, sino por qué el equipo de Sánchez le ha dicho "¡¡ Ala, a la televisión!!", y este obedece mansamente. La explicación más tremenda sería que actúan así porque no conocen otra manera de encaramar a su líder en el pódium de los primeros, o algo aún más dramático: no pueden.

Algo de todo ello debe haber de cierto, porque el casi desconocido político que amaneció al liderazgo del PSOE de manera tan fulminante como impecable hace unos tres meses, aún no ha dicho nada que merezca la pena retener, y a casi nadie ha llamado la atención otra característica de su personalidad que no sea su figura impecable.

¿Acaso piensan que aún no ha llegado el momento de abrirse de capa, o es que no tienen ideas de peso que llevar al electorado?. Porque si pretenden llegar al conocimiento público masivo a través de la televisión sin mayores ideas que cuatro eslóganes, incluso acertados, diferentes sonrisas y estudiadas posturas emotivas, deben saber que solo les espera una estresante y continúa presencia ante las cámaras para mantenerse solo en pie. La imagen es lo que olvidamos ahora a mayor velocidad: se nos cae de la memoria con solo apagar el televisor.

Aunque no quiero ser mal pensado. Igual todo este tour de presencias televisivas se debe a un movimiento táctico con la intencionalidad de rescatar al líder de sus magros índices de conocimiento y ganar tiempo hasta que nazcan esas ideas con garantía de pegada que le destaquen de Podemos, y otras que pongan en dificultades al PP. Porque hasta que algo parecido no suceda, poco podrá crecer. O sí, acudir a la televisión para parecer que está en la pomada como todos los políticos. Como cualquier político.

* Periodista