El impacto de la crisis económica ha sido muy notable en el terreno de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG). En un estudio promovido por la Obra Social la Caixa, se calculó que el descenso de las ayudas institucionales había descendido en un 22% en el período comprendido entre 2010-2012, el más notable del ciclo, mientras que las aportaciones privadas superaban el 25% de decrecimiento. Las alternativas que el estudio planteaba para un futuro inmediato se cifraban en la necesidad de concienciar a la población para que asumiera los retos sociales y ambientales y, en consecuencia, en el impulso en la captación y fidelización de nuevos socios. Esta es la estrategia que las oenegés han puesto en práctica de manera visible en los últimos tiempos. Grupos de jóvenes captadores, contratados en su mayoría, o voluntarios, se hacen presentes en las calles más transitadas con el objetivo de conseguir altas para la organización que representan. Las campañas funcionan como motor económico y también como canal de sensibilización, a partir de un código de buenas prácticas que pasa por convencer a los transeúntes, en un encuentro captatorio «de proximidad», y con controles estrictos de las propias entidades. En la combinación del proselitismo necesario para la supervivencia de las oenegés y el respeto por la intimidad de los hipotéticos donantes se halla el secreto de la viabilidad de este nuevo fenómeno ciudadano.