En sociología se les denomina cínicos hostiles. En el argot popular de internet, haters, que teniendo en cuenta la circunstancia que quiere expresar el termino, en castellano, odiadores.

La mofa en las redes sociales a la que se ha sometido la muerte del fiscal general Maza, vuelve a recordarnos que en la despensa de nuestra democracia hay un gran trozo de carne que no hemos cocinado con aquellas leyes que han de preservar la dignidad de las personas y que se nos está pudriendo de tal forma que el tufo ya no es que nos levante el estómago a los demócratas, sino que nos empieza a provocar el vómito. El ministro Zoido, ya ha manifestado contundentemente en un tuit aquello de que no hay impunidad para el odio en las redes, pero lo que tenemos hasta la fecha es precisamente eso, impunidad y odio gratuito que cercena directamente ciertos derechos fundamentales que garantizan pues eso, la dignidad.

En Alemania empiezan a tenerlo más claro. Su Ministerio de Justicia presentó un proyecto de ley que incluye multas hasta de cincuenta millones de euros a empresas como Facebook, Twitter u otras compañías que no eliminen o bloqueen rápidamente mensajes cargados de odio o noticias manifiestamente falsas. La propuesta pudiera parecer audaz, pero lo que sí está claro es que la libertad de expresión, derecho que se ha de preservar en todo caso por parte de cualquier medio de comunicación, nada tiene que ver con el odio ni su divulgación por medios electrónicos.

Y llegados a este punto donde la anécdota pasa a ser norma general y masiva, esto es, odiar en las redes sociales, hay que tomar medidas expeditivas. Los contenidos claramente delictivos se han de eliminar inmediatamente en primera instancia por aquellos que dan soporte mediático a los odiadores. La libertad de expresión termina donde empieza la dignidad de las personas.

En la red nada parece tener principio ni fin, y es aquí donde los haters se escudan. Si no se le puede poner puertas al campo, de alguien será el campo ¿no?.

* Mediador y coach