Estos últimos años estamos viviendo un proceso histórico de cambio político, económico y social. «La crisis» nos ha permitido verlo con claridad, pero todo su andamiaje, su fundamento intelectual y cultural viene construyéndose desde hace décadas. Todos estos cambios tienen como objetivo la radicalización de los mecanismos de dominación del capitalismo: en el ámbito económico con la paulatina «esclavización» de la fuerza de trabajo, en el ámbito político con el vaciamiento de la democracia y en el ámbito social con el sometimiento y comercialización de las mujeres, reducidas a cuerpos destinados a satisfacer los deseos sexuales y reproductivos de hombres y parejas homosexuales y heterosexuales.

Todos los sistemas de dominación necesitan estrategias de coacción, puesto que individuos libres y conscientes no se dejan dominar con facilidad. Una estrategia es la fuerza, que se usa cuando no funciona la primera: la persuasión y la alienación. Por ejemplo, si el sistema necesita que las empresas obtengan más beneficios, se cambia el marco laboral y se crea un ejército de reserva de parados, que no podrán rechazar un salario de 300 euros/mes porque habrá miles para sustituirle. Otro ejemplo: cuando las instituciones se vacían de contenido, y solo funcionan para mantener los intereses de unas élites (algunas corruptas), se promulga una ley que permita multar a los ciudadanos por manifestarse democráticamente. Finalmente, entran en juego quienes, a través de sus partidos políticos, se atreven a debatir la conveniencia de prostituir legalmente a las mujeres y utilizarlas como objetos para parir bebés destinados a otros, porque esos otros los pueden comprar. Se atreven a debatir si las mujeres son sujetos de derecho o son objetos de mercado. Puede que se pregunten qué tienen en común estos asuntos. Pues que todos ellos tratan de ser justificados por libertad individual. Los trabajadores son libres de cobrar 300 euros, los ciudadanos eligen ser reprimidos y las mujeres son libres para ser prostituidas o solo úteros. Es decir las cosas son así porque individualmente queremos que así sean.

Pero esto es falso, nadie es libre para elegir cuando no dispone de las mínimas condiciones para la supervivencia. Ningún empresario cobra 300 euros en el ejercicio de su libertad, ningún político se inhibe en su libertad de expresión, y ninguna mujer rica se embaraza, pare y vende a su hijo a una pareja pobre.

Libertad significa emancipación, lo opuesto a dominación, pero ahora, en este nuevo contexto neoliberal, el concepto libertad se utiliza para responsabilizar a los dominados de su propia dominación. No se dejen convencer, no son libres. Serán libres cuando un empresario ejerza su libertad para pagar salarios más altos que los conveniados, cuando vean a una diputada dejar su trabajo para ser prostituta. ¿No les parece extraño que la libertad siempre se invoque en el mismo sentido?, ¿qué se use para justificar las situaciones más duras de la experiencia humana?, ¿qué se use para justificar siempre la explotación de usted y nunca para eliminar privilegios indignos de quienes poseen el poder del dinero?

Estamos ante las nuevas libertades, que han venido a sustituir a las cadenas que se usaban en los años esclavistas. Se ven menos pero corroen más, porque son más alienantes. No se lo crean, particularmente si usted es una mujer.

* Doctora en Sociología. IESA-CSIC