La victoria de Mauricio Macri en las elecciones argentinas abre una nueva era política en el país austral y no solo por haber puesto fin a 12 años de kichnerismo. El éxito del líder de la derecha tiene varias claves. El cansancio de buena parte del electorado con el populismo peronista personificado primero por Néstor Kirchner y después y sobre todo por su viuda Cristina Fernández; la aparición de un partido nuevo, Propuesta Republicana (PRO), con apenas 10 años de existencia, que se presenta como una derecha moderna, en una antítesis del peronismo, que suma más de 70 años de vida.

Macri dará un giro liberal a la economía, dominada por el asistencialismo y el proteccionismo con el resultado de un freno al crecimiento y una inflación desbocada de la que no existen cifras oficiales, pero que los expertos sitúan alrededor del 25%. No le será fácil enderezar el panorama cuando la situación económica mundial todavía no ha superado la crisis empujando los precios de las materias primas hacia abajo. Tampoco se lo pondrá fácil la oposición, que hará valer el escaso margen de tres puntos con el que Macri se alzó victorioso. Y en una sociedad tan polarizada, con un poder judicial muy dividido, habrá desde la derecha más recalcitrante quienes quieran pasarle al cobro el apoyo en las urnas. La llegada de Macri a la Casa Rosada traerá también cambios en el mapa latinoamericano. El neopresidente ha anunciado que pedirá en la próxima cumbre de Mercosur la suspensión de la Venezuela de Nicolás Maduro, que pierde así a un país amigo, lo implicará cambios de relaciones y de alianzas.