Vuelvo de un viaje en tren. Por las conversaciones que oigo, compruebo que el azar nos ha unido en un mismo vagón a españoles, ingleses, árabes, rusos, chinos, sudamericanos, africanos; mujeres, hombres, abuelos, niños. Cada uno en sus recuerdos y sus sueños, en sus ilusiones por llegar o sus tristezas por partir; sus ojos hacia dentro, hacia el paisaje o había el insomnio. Cada uno en su historia y su añoranza, en su niñez, su casa, su calle y su amor. El tren llega. Cada cual, a su vida. Adiós. Nunca más volveremos a unirnos, compañeros. Me asalta una profunda soledad. Minutos antes del final, me hubiese levantado para despedirme, porque soñé decir estas palabras: «Hermanas, hermanos, sigamos todos en contacto para siempre. Hagamos entre todos un solo mundo en paz; una sola bandera de todas las banderas; una sola piel de todas las caricias; un idioma con todas las palabras de amor y de cobijo. Que el rico ayude al pobre; el inteligente, al torpe; el animoso, al triste; el fuerte, al débil; el joven, al anciano. No transmitamos más violencia en los nuevos corazones que traigamos a este mundo. No dejemos nunca más morir a nadie. Es puro el corazón de cada ser humano cuando nace. Tiremos para siempre las semillas de la guerra. Olvidemos para siempre las palabras que hablan de venganza. Derribemos las fronteras, los muros, las distancias; alcemos puentes; tracemos caminos y caminos, por mares, por montañas. Abramos los brazos, las manos, la sonrisa. Cultivemos el árbol de la paz. No dejemos nunca más en el olvido la conciencia de nuestra dignidad; no dejemos nunca más de ser humanos, para que nunca más el Poder nos tiente con el miedo a la libertad y nos esclavice con las cadenas de la nada». El tren llegó. Cogí mi bolsa de viaje. Bajé. ¡Tanta gente! ¡Tantos pasos! ¡Tanta tanta soledad! Me invadió mi amiga tristeza, porque necesité que alguien hubiese venido a recibirme para darme esperanza y abrazarme con ella y aliviar por fin en su abrazo el deseo de descansar; alguien que me cobijase y me dijese entre las lágrimas que ya nunca iba a estar solo, que nunca habría otra guerra, otra crueldad, otro egoísmo; que levantase mis ojos y entre las lágrimas viese que había llegado por fin a la vida que soñaba para mí, al mundo que soñaba para todos.

* Escritor