Y a nuestros maestros, claro. Un año más, mi saludo y mis ánimos a vosotras para el nuevo curso que empieza. Y estoy seguro de que mis palabras representan el sentir de gran parte de nuestra sociedad, que pone en vuestras manos su futuro. ¡Hermoso destino, hermosa vocación y hermosa responsabilidad! Vosotras sois otro ejemplo del amor, la manera más humana de sembrar, de ir hacia los demás, porque recogeréis muy poco en comparación con lo mucho que dais. El amor es así; siembra para que otros recojan. Cada ser humano es como una tubería a través de la cual le llega la vida a otros. Y no podemos eludir ese sentido, porque todos nos necesitamos unos a otros. Es ese amor en silencio, instante tras instante; días de lluvia, días de calor, días de soledad; momentos en los que os reencontráis con vosotras mismas y reparáis de pronto en el ir de los años, en que frente a vosotras tenéis cada curso los mismos rostros, las mismas inocencias, y sin embargo vosotras vais pasando. Algún día, en alguna calle, un hombre, una mujer, os saludará y os recordará que es aquel niño, aquella niña; os recordará a vosotras mismas, vuestras ilusiones, vuestros sueños de aquellos años que son ahora los que vivís en este nuevo curso que empieza. Vosotras, que os casasteis a poco de empezar, y concebisteis a vuestros hijos, que escucharon en vuestros vientres las lecciones sobre España, sobre nuestra Gramática, sobre la vida; y os fuisteis de la escuela para dar a luz, y amamantasteis a vuestros hijos entre clase y clase, para dedicaros a los hijos de otros, y los dejasteis en otras manos para ofrecer vuestras manos a los hijos de otros. Vosotras, que pusisteis vuestra sensibilidad femenina, vuestra ternura, vuestra sonrisa de mujer, en una aldea, en un barrio, en un patio de recreo; cuando un niño se ponía enfermo, o cuando os decía que no podía asistir a clase; que dais amor a tantos niños que llegan sin amor a vuestros brazos; vosotras sois el alma de nuestras escuelas y el corazón de nuestra patria y nuestro idioma; formáis un eslabón más en esa larga tradición de maestras y maestros; sois una voz constante que encarna la cultura; es decir, el espíritu, la conquista más sagrada de los seres humanos en su aventura hacia las estrellas y hacia la eternidad.

* Escritor