El mejor método para coger a un mierda es contradecirlo. Una se acostumbra a escuchar sus quejas y solicitudes y le da coba por no discutir, ¿verdad? Entonces, un buen día, decide pasar al «no» en el más nimio de los asuntos. Puede que elija quedarse en casa o salir o ir de compras o tomarse una cerveza en otro bar. Cualquier estupidez que rompa la acostumbrada rutina del mierda, sus brillantes planes domésticos. A él le gusta el pan de Viena y tú le sorprendes con un mollete: imperdonable. Así que levanta la voz y maldice. Se siente fuera, despreciado, ignorado. Sabe que las grandes revoluciones comienzan con un granito de arena, un mollete, cualquier «no». Oh, pobrecito. Es un hombre con ideas fijas y bastoncillo de mando. Ata su día a día con el poder que su desagradable reacción ejerce en la gastada paciencia de las mujeres pacientes, acostumbradas. Es un niño de teta que exige atención y cuidaditos y muchos dulces síes. Ay ay ay, qué lástima. Hoy se ha encontrado con su primer

«no» en mucho tiempo y no sabe cómo encajarlo. Una hostia mental directa a su «hombría» de gilipollas. Asunto aclarado: el mierda reluce en todo su esplendor, puños cerrados, marcas de estreñimiento en los carrillos. Da media vuelta esperando que tú le sigas y lamas el culito de su orgullo escocido. Y todo por un «no». ¿Te das cuenta? Pero ¿no es maravilloso verlo ahí, aparentando indignación, lamiéndose la herida, tan «dolido» el niño? Pues ya sabes. Dis-fru-ta. ¡Como él los hay montones! Prueba una vez más en tu día a día. Saca el no cada vez que te salga del toto y muéstralo sin vergüenza, con una sonrisita pícara en la cara. Reúne a todos los mierdas del condado, cual flautista de Hamelin, y deja que se estrellen juntos y se hagan la bola mutuamente. ¿Por qué no formáis un club, so mierdas, y retozáis todos apretados en el mullido camastro de vuestros complejos?

* Escritor