No sé a usted, querido/a lector/a, qué le parecerá, pero después de escuchar, oír o entender lo que han manifestado Hernando, Luena, Sánchez y Rivera, por poner un ejemplo ilustre, con respecto a Rajoy, después de que el PP ha superado notablemente sus resultados con respecto a los últimos comicios y Rajoy, como líder, le ha dado el zarpazo que no el sorpasso a sus eméritos detractores -electoramente hablando se entiende--, uno se siente insultado, no como votante o no del PP, sino como ciudadano de un país democrático, europeo y occidental. Entre otras cosas porque no se puede insultar la inteligencia, ni el activo democrático del voto de casi ocho millones de votantes. Pero el agravio o la afrenta, o la felonía no queda ahí. La verdadera lacra, la auténtica rémora es que la actitud contraria a Rajoy de estos líderes es que no solo hace futuribles unas nuevas elecciones, sino que pone en grave riesgo los intereses económicos de España en el caso de que no se posibilite un gobierno que dé estabilidad social y económica a la actual situación y momento patrio. Esto es precisamente lo que en estos momentos se echa en falta por parte de estos líderes políticos que vetan a Rajoy sin tener en cuenta que su liderazgo ya no solo viene refrendado por un partido político, sino por una mayoría aplastante de españoles.

La dialéctica política en democracia se rige no solo por la libertad de expresión y por la positiva contienda de banderías, pero lo que no puede nunca es ir contra los propios intereses de la democracia como es la voluntad de los ciudadanos. El veto de esta clase es sencillamente a ojos de un buen demócrata un autoveto para la política de aquellos que se empecinan en limar, afilar, desmochar, desnaturalizar o subvertir la punta de la voluntad ciudadana.

* Mediador y coach