No fueron seis años de soledad los últimos de su vida. Manantiales de amor filial no dejaron secar su vida en la residencia para quienes conforman la cuarta edad. Diariamente sus hijas la visitaron, cuidaron y adornaron para que pudiera mostrar su belleza aunque no su antiguo poderío.

Aquella Residencia fue inagotable río de amor hacia ella por parte del personal sanitario y asistencial. No vivió esta mujer en soledad durante ningún momento desde sus 91 años recién cumplidos hasta días antes de cumplir los 97 años de edad. No hubo para ella insolencia ni arrogancia sino mimo y dedicación en ese su necesario nuevo hogar.

El día que falleció recibió en el tanatorio la visita del elenco del personal auxiliar y hospitalario de la Residencia, quienes la estimaron en grado sumo y la ampararon durante cada jornada laboral. Esas personas, trabajadoras de la empresa, la cuidaron como si fueran un querido familiar, porque ella, a pesar de su mente desorientada, se mostró siempre abierta; veía la belleza masculina como un estímulo vital y la majestuosidad de quienes la asistían como compañía de nobleza singular. Sentada en su carrito conversaba sabiamente desde el cuerdo juicio de un desmemoriado con otras residentes que mantenían y mantiene su sana razón.

Hasta sus últimos días nunca creyó que ella fuese ruina sin fin sino vestal de santuario o señora de palacio de grandes vidrieras y cálido jardín. Reina de ese gran hotel no dejaba que el enemigo pusiera sus enseñas en su lugar. Seis años de peregrinación mental ha estado viajando sin moverse desde su carrito o desde su sillón, porque en su imaginación creaba relaciones excepcionales con acompañantes, residentes y personal auxiliar. Encontró allí un hogar, rodeada de mujeres amables que se desvelaban por ella, transformando el trato en bálsamo que la cubría de amor. No fue esa casa comunitaria una tienda de impiedad sino de empatía y siempre de caridad.

¿Qué ha sucedido para que ella y sus dos hijas alcanzaran tan elevado grado de comunión con el personal médico, asistencial y auxiliar? Las hijas diariamente dieron vida a la madre y ayudaron a vivificar aquel ambiente que es realmente un progresivo deterioro. Ha existido mucho Amor y mucha Verdad en esa relación que a lo largo de seis años se hizo pacífica y justa. La Verdad brotó de los corazones del médico, enfermeros y auxiliares; y de esa verdad nació aquella cálida despedida residencial.

Esta nonagenaria mujer cada mañana florecía hasta que le llegó la hora de secarse; para sus dos hijas, tras su marcha de este mundo, el sexenio residencial se ha consumido como un suspiro. Gracias al personal asistencial esta mujer no ha sido búho en salón yermo ni vieja lechuza en casa ruinosa ni tórtola solitaria en alero de tejado sino señora encariñada con todos ellos y con una vida imaginaria que pareciera jamás se le escapara.

Se llamó Mercedes; ha vivido seis años junto al Pretorio en Sanyres y lo mejor que se puede decir de tan larga estancia allí es que sus dos hijas llevan en el corazón la amistad y el cariño de todo el personal asistencial y hospitalario. De todo eso yo doy fe que he sido intermitente visitante a ese hogar para la tercera edad.

José Javier Rodríguez Alcaide

Córdoba