Buenos días, soy un militar español destinado en Alicante, comisionado en el Grupo de Operaciones Especiales 'Maderal Oleaga' XIX. Actualmente presto mis servicios en la capital de la República Centroafricana, en Bangui. Orgulloso de mis apellidos, en mi galleta solo puedo llevar uno, Rivera por parte de padre. Veterano en la sección de Satélites, hizo que mis compañeros aquí me bautizaran con el nombre del primer satélite ruso lanzado a la órbita; "Sputnik". Casualmente es el grito con el que mi sección rompe filas. Llevo mucho tiempo, fuera de mi tierra, mi condición de militar ha hecho que Córdoba sea mi casa esporádica en cortas visitas y periodos vacacionales. Casado y con hijos resido felizmente en un pueblo alicantino, pero estar fuera de Córdoba, no es tan malo, ¡No! ¡No es tan malo, no!

Y es que quizás sea todo lo contrario porque, mientras vivía en Córdoba nunca se me puso el vello de punta cuando me tomaba un medio en una verbena, o al llegar mayo y pasear por sus encantadoras callejas en la fresca barriada de la Judería, ni siquiera al ver a las maravillosas mujeres cordobesas, las más bellas. Como mi esposa, mitad cordobesa mitad alicantina.

Y es que desde niño veía la majestuosa Mezquita, presidida por el Arcángel San Rafael, custodio de la ciudad desde el Siglo XVI, entorno privilegiado junto al Puente Romano, Torre de la Calahorra, Arco del triunfo, Alcázar de los Reyes Cristianos pero nada, el vello seguía igual. Su semana santa, ¡Shhht! ¡Silencio que viene el paso! Olor a incienso en toda la ciudad. Majestuoso, bonito pero ¿Mi vello? ¡Igual!

¡Invasión de recuerdos! Recuerdo,mayo al anochecer, ese olor a azahar, visitando mis patios llenos de flores ¡Sí, mis patios! Permítanme que lo haga mío y tuyo, nuestro, como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. ¿Y? ¡Mi vello seguía igual!

Recuerdo mi feria, junto al Guadalquivir, moriles, música y juerga hasta altas horas de la madrugada ¿Y el vello? ¡Igual!

Recuerdo mi Cristo de los Faroles, esa torre albarrana de la Malmuerta enlazada a su leyenda romántica, mi plaza del potro junto al Paseo de la Ribera, tomando un 'fiti', acompañado de una buena tapa, ese salmorejo, berenjenas con miel, esa de caracoles chicos en los quioscos, de pie, con las primeras calores del año, pero aun así ¡Nada! Natural como la vida misma, mis vellos siguen inmóviles, hasta que un día hace unos años, alguien me manda un video de los muchos que circulan por internet y que para mi sorpresa veo que es de Córdoba, y de las cosas que hace ya20 años que no puedo disfrutar como yo quisiera. Es entonces cuando empiezo a sentir algo extraño que recorre mi cuerpo. Sorprendido, me doy cuenta de que mientras veo el vídeo, se me eriza el vello y una extraña sensación me invade y, al igual que yo, lo nota mi lagrimal. ¡Me emocioné, y mucho! Cierto, cada vez que voy a mi tierra, me invade la alegría y mi mujer me dice que reboso emoción, y ¡sí! es cierto y no lo puedo ocultar.

¡Ojú illo ! Cómo extraño mi tierra, mi Córdoba natal, donde nací y me crié, donde todas las bellezas descritas e incrustadas en mi retina me brindaron una infancia y una juventud feliz e inolvidable. Pasado tanto tiempo, aún conservo mi acento cordobés, me distingue, me da personalidad. Muchos me conocen allá en Alicante por 'el Cordobés'. Cuando llego ¡Ahí viene el Cordobés! Cuando me voy ¡Adiós Cordobés!

No me importa estar fuera de mi tierra, porque precisamente eso es lo que me hace sentir más cordobés. Mi bello, al fin se eriza. ¡No es tan malo, no! Orgulloso de mi tierra alzo mi voz al viento y grito ¡Soy cordobés!

Un militar cordobés en República Centroafricana

Córdoba