Así lo pienso. En mayo del año en curso se le comunica al colegio concertado de San Rafael, ubicado en la barriada de la Fuensanta, que, con fecha 30 de junio, el Obispado de Córdoba se haría cargo de la dirección y administración del mismo, cuya propiedad pertenece al Obispado desde 1922. Hasta la fecha su dirección venía siendo ejercida por una comunidad de religiosas escolapias por deseo del Sr. Obispo de Córdoba, D. Adolfo Pérez Muñoz. Legalmente la decisión tomada es correcta. Pero ¿era el momento? ¿No se podía haber llevado a cabo de otra manera? Creo que no lo era, porque la solicitud de centro para el próximo curso estaba ya cerrada, siendo un derecho de los padres la elección del mismo para sus hijos. Este derecho ha sido violentado, dado que ya no es posible la opción. No se discute, ni rechaza el ideario que regirá el nuevo proyecto, porque aún es desconocido. El problema reside en la libertad de elección por parte de los padres que ya no se podrá ejercer. Y esto sí es muy grave.

Por otra parte, el procedimiento de urgencia empleado por el Obispado estimo que adolece de poca humanidad. Con fecha 1 de mayo se le comunica a la madre superiora por correo electrónico que, a finales de junio, la Fundación de los Santos Mártires se haría cargo de su dirección y administración. ¿Tan urgente era? ¿No habría sido más humano abrir un diálogo con la comunidad de religiosas que gratuitamente y durante 90 años han dejado parte de su vida en este centro con gran aceptación, respeto y cariño de toda la barriada? Una comunicación tan fría como el correo electrónico nunca puede suplantar la presencia física, la cercanía, el diálogo cordial... Así de hermoso y exigente es lo humano. ¿Y no habría sido más correcto establecer contactos con los profesores y padres de alumnos? De esta forma se podrían haber clarificado las razones que han movido al Obispado para hacerse cargo del centro de forma tan inmediata, así como ir llegando a un conocimiento más profundo del proyecto formativo de la fundación. Da la impresión que se quiera evitar el contacto personal y el coloquio. El camino de lo humano pasa por ahí. Y se asienta en el amor y el respeto. Lo humano es un quehacer continuo, nunca se impone y necesita su tiempo. Camina al lado de cada ser humano, sabe rectificar y escuchar. No pasa por encima de ninguna persona y desea que los proyectos, por muy sublimes que sean, vayan siendo asumidos desde la plena libertad. Ya conocemos lo que es "la ley", es fría, dura y no tiene alma. En el problema que comento creo que la ley ha imperado sobre lo humano. Estas maneras de actuar que, con frecuencia, se dan entre nosotros nos desvían de forma preocupante del camino que durante toda su vida recorrió Jesús, que fue Buena Noticia para la humanidad porque con su cercanía y comprensión nos reveló el amor inmenso de Dios Padre.

Salvador Puertas Gómez

Sacerdote

Córdoba