El opio, el de verdad, llega en mayo y en junio, cuando el espectáculo de los gladiadores termina y el pueblo desde las gradas conoce por fin el designio: pulgar hacia arriba, pulgar hacia abajo. En la arena los gladiadores levantan las cráteras, las copas de sus campeonatos, y el pueblo, emocionado, prorrumpimos en aplausos en el estadio o frente a la pantalla plana. Todo el preámbulo de meses no es sino la lucha necesaria por la selección natural en busca de ese santo Grial revestido en dorado que una vez nos espantó ver cómo Sergius Ramus dejó caer al suelo. Hemos disfrutado con el espectáculo de los blancos venciendo y convenciendo y levantando la última, la «doceava», como diría Javier Solana, contra tipos malencarados y bastante chulos como solo en la vieja bota del sur de Europa saben serlo. Pero, además, este año el espectáculo ha trascendido lo meramente deportivo y se ha transformado en desfile de personas y personajes aptos para el papel couché de la prensa del corazón y los bajos instintos. Así, nunca habíamos visto tantas novias, mujeres, hijos, parientes, cuñados, en el rectángulo verde acompañando a los triunfadores. Niños haciéndose la foto con la copa sobre la cabeza, niños dentro de la copa como un Saturno devorando a sus hijos; modelos de la mano de los semidioses jaleados por los acólitos, y, además --otra novedad-- los héroes tapándose la boca cuando hablaban. No me digan que no se aprende de estas cosas. Los hay que reniegan del espectáculo del fútbol como cosa soez, baja e inútil, pero uno, siempre aprende cosas viéndolo, este año, por ejemplo, lo horteras (u orteras) que son la mayoría de los héroes en la exhibición de sus chonis y churumbeles, y que han aprendido a hablar tapándose la boca para que los mil ojos del Gran Hermano no les cojan al descuido palabras inconvenientes. Toda una lección de modernidad, de fatuidad, de globalización, de espectáculo de playa. Quizás por eso el origen esté en la palabra provenzal «deport» (pasatiempo, ocio), y por eso el sabio Santiago Bernabéu siempre tuvo claro que esto era un espectáculo que debían jugar siempre los mejores. Aunque salgan caros.

* Profesor

@ADiazVillasenor