El asalto que se puede llegar a hacer a la arqueología y a la historia durante las fiestas de Navidad es impresionante. La Navidad es el triunfo de la poesía sobre la arqueología, de la ilusión sobre la realidad. El cúmulo de incoherencias históricas y arqueológicas que se ponen todas juntas durante los días de Navidad es de tal forma ingente que resulta simpático y agradable. La imaginación se desborda y cualquier cosa bonita que nos podamos imaginar tiene su sitio en la navidad. El que tenga fundamento histórico es lo de menos. Estos días hacemos un paréntesis en nuestra vida y sacamos a relucir lo que nos gustaría que fuese.

Los villancicos son la confabulación más grande que se puede hacer contra la historia y la arqueología. Todo está permitido en los villancicos con tal de que sea bonito. A nadie nos preocupa si aquello de los peces que beben en el río, si lo de los ratones que destrozan los pantalones de San José, o si lo de María bordando junto a la ventana fue verdad o no. Es bonito y eso basta.

La lista de incoherencias históricas y arqueológicas es infinitamente más larga. En un "nacimiento" cabe todo. No hay más que un criterio de selectividad. Hay que poner cosas bonitas, ingenuas, reconciliadoras con los hombres y con la naturaleza. Cumplido este requisito, todo tiene allí su sitio justo.

Esta es la grandeza y encanto de la fiesta de la navidad. La figura y la imagen de Jesús adulto no la podemos reconstruir de esta manera. Conocemos sus palabras, sus puntos de vista, sus opciones. Sabemos lo que censuró y lo que alabó. A los fariseos les llamó sepulcros blanqueados e hipócritas; a Pedro le dijo que le recordaba a Satanás; a unos tenderos los expulsó a golpes del templo; anunció que aquella maravilla arquitectónica del templo sería un día arrasada; contó unas historias de unas bodas donde unos entrarían al banquete y otros serían arrojados fuera. El Jesús adulto está claramente definido.

Con el Jesús de la Navidad es diferente. El es el centro, pero el entorno lo ponemos nosotros. La Navidad es una especie de nostalgia utópica. Todo aquello que el mundo real nos niega: la paz, la amistad, la risa, tiene su espacio en los 'nacimientos'.

La 'verdad' del suceso no consiste en reproducir las cosas tal y como fueron. Sino reproducir su significado. Y desde ese punto de vista el nacimiento de Jesús no es un recuerdo, es una esperanza. No pretendemos reproducir lo que pasó, sino alimentar la esperanza de lo que puede pasar. Este paso de la retrospección a la prospección es el sentido más auténtico de la fe cristiana. Da igual si Jesús naciera en una cueva o en un hotel, da igual si vinieron o no vinieron unos señores desde el este del Eufrates, da igual si fue el 25 de diciembre o el 7 de abril. No estamos reproduciendo el pasado. Estamos "deseando" que el encuentro de Dios con los hombres llegue un día tener lugar. Y ese encuentro consiste en hacer realidad y sacar fuera cada uno de nosotros lo mejor que tenemos dentro de nosotros mismos. Por eso en los 'nacimientos' se puede poner de todo, con la única condición de que sea bonito.

Lo que no tiene sitio en un 'nacimiento' es la injusticia, la mentira, la ambición, la envidia, la intriga. Ese mundo real con el cual chocamos cada día. Un 'nacimiento' es un sueño. Como soñaba el profeta Isaías, que el león y la vaca pacerían juntos, y que los niños jugarían con las serpientes. La fe cristiana parte de unos sucesos ya ocurridos, pero consiste en la esperanza de lo que es posible que llegue a ocurrir. Creer que este sueño es posible; que ser realista no es aceptar el mundo como es, sino transformalo para que sea de otra manera. Que esa transformación del mundo no la va a hacer el poder financiero ni el poder militar, ni siquiera el poder político. Que se puede hacer desde la mera manifestación de la verdad. En la medida en que tengamos más seguridad en la ilusión y en la esperanza, que en el pragmatismo, el solsticio de invierno habrá traído a la humanidad la luz de la paz, de la amistad, de la solidaridad. Habremos hecho entre todos la Navidad. No la habremos recordado, la habremos construido.

* Profesor jesuita