Andan los políticos disputándose Ciudad Jardín, unos por la peatonalización de unas zonas y otros por lo contrario a esa tendencia de que sea el ciudadano quien mande en las calles. Mientras voy pensando en esa lucha de alfa y omega que siempre tienen quienes mandan (ahora PSOE-IU) y los que emplean su tiempo en volver a ganar (PP) la rabia se me enciende al mirar la acera. Las naranjas adornan y son una parte del paraíso cuando nos las comemos, las bebemos en zumo o están en los árboles, su espacio natural. Pero cuando casi todas las calles de Ciudad Jardín tienen inundadas sus aceras de esta fruta, que se cae de los árboles porque se ha acabado su tiempo en las alturas, y se muestran aplastadas, el peligro de que los viandantes se escurran y resbalen es una evidencia no deseable. Claro que, al fin y al cabo, este cítrico que nos aporta la primera vitamina C del día huele bien aunque esté tirado en el suelo por la simple dejadez municipal y podemos pensar, poéticamente, que el paraíso se nos ha venido abajo. Pero es que al lado de tanta fruta cítrica, de naranjos amargos en este caso, se exhibe, por la mañana, con su reciente ampulosidad hiriente para la vista y el olfato; por el resto del día, en su agresividad fecal capaz de afectar a la salud humana por sus parásitos; y por la noche, en un retorno a su desafío a la estética de la ciudad aún más belicoso por apuntar incluso hacia las estrellas, se exhibe, repetimos, la mierda de los perros cuyos dueños deberían explicar públicamente por qué manchan tan reiteradamente la ciudad al no recoger la caca de sus cachorros. La policía multa a los conductores por aparcar su coche en sitio inadecuado, lo que contribuye a la financiación de la ciudad. La caca, la mierda indecorosa de los perros cuyos dueños sacan a pasear y no recogen, está tan mal aparcada en la ciudad que hasta huele. Por lo que merece una multa. Un Ayuntamiento moderno debería tener estudiado el recorrido diario de los perros y sus dueños y tener colocados en su itinerario cámaras de televisión para grabar el indebido abuso de la mierda de los perros y de sus amos en las calles. En esas cámaras se vería también a ese hombre que a estas horas, pasadas las diez de la noche, con un cielo derramando abundante agua contra la sequía, se ha agachado y ha recogido el excremento que su perro ha dejado al lado del cristal del escaparate del supermercado. Dice la alcaldesa que tiene pensado un plan global para Ciudad Jardín. Que en él, además de arbolado, alumbrado, pavimentos, acerados, aparcamientos, haya zonas peatonalizadas, que se limpien de naranjas tiradas por el suelo todas las calles y que se multe a quienes «aparcan» porque quieren la mierda de sus perros.