La actual junta rectora de nuestra Real Academia está proponiendo y realizando muchas cosas para rescatarla de la mediocridad en que había ido naufragando en tiempos recientes; entre ellas la revisión de los estatutos, actualmente pendientes de la aprobación administrativa. Voy a resaltar una innovación, para mí muy importante, que se produce con la sola adición de una palabra en el artículo 16: se incluye entre las competencias de la corporación la de organizar conciertos. Hasta ahora los que se han dado en la Academia han sido organizados y ofrecidos por otros.

Lo que no quita para que a la corporación pertenezcan y en ella trabajen buenos músicos, como siempre ha sido: Juan Miguel Moreno Calderón, ilustre catedrático de Piano y exdirector del Conservatorio Superior Rafael Orozco; Luis Bedmar, compositor y exdirector de orquesta y banda; los hermanos García Moreno, docentes y pianistas... Leo Brouwer académico correspondiente en La Habana...

Pianistas ilustres hubo varios en la corporación no ha mucho, como Joaquín Reyes Cabrera y Teresa García Moreno. La herencia de esta, que supuso un fuerte ingreso para la caja académica, me dio mucho trabajo, que resultó positivo, y ocasión de dispensar mis honorarios, que eran de una cuantía importante según las normas colegiales... Y de sufrir el más grave de los desagradecimientos: el señor Criado ni me nombró al reseñar los juristas académicos que habían trabajado para la Academia en sus mandatos. Y eso que no fue este el único trabajo profesional importante y rentable que presté a la corporación en tiempos de aquel director.

La herencia de Teresa García Moreno, que deparó a la Academia tres pisos, dos en Córdoba y uno en Madrid, un gran piano y otras cosas, fue un auténtico folletón, hasta el punto de que mi trabajo tuvo más dificultades de hecho que de derecho. Para empezar, al notario que autorizó la escritura se le pasó inscribir el testamento en el registro central de últimas voluntades, por lo que rastrearlo y encontrarlo fue tarea de monos, trabajo además necesitado de una buena dosis de suerte; mucho más cuando la Academia no era el primer heredero designado, sino otro cuya premuerte hubo que averiguar y probar.

De los dos pisos de córdoba, uno era muy bueno, y el otro estaba bastante necesitado de obra. El de Madrid tenía como principal virtud estar muy cerca de la estación de Atocha.

De no haberse producido la venta de los pisos en época de precios bajos, su venta habría propiciado, a pesar de todo, la financiación de un edificio propio para la sede de la Academia. Que no llegó a ser por causas muy heterogéneas, físicas y administrativas. El edificio cuya construcción quedó interrumpida, a punto de las obras de albañilería finales, hubiera podido ultimarse de haberse sabido la inexistencia de un muro con el que se contaba, la existencia de restos arqueológicos con los que no se contaba y, por nuestra parte, la falta de la necesaria habilidad y la presencia de alguna torpeza en el manejo de la situación y sobre todo en la relación con la Gerencia de Urbanismo y la Alcaldía.

Además cayeron sobre nosotros, en el edifico municipal en que estábamos instalados, termitas auténticas y administrativas.

El proyecto cuya realización llegamos a tocar con las puntas de los dedos, era y es precioso: nuestro nuevo edificio se adosaba al municipal cedido y con ambos comunicados había para todo. Serían posibles la realización de las más varias tareas académicas y la prestación a la ciudadanía de utilísimos servicios de biblioteca, de hemeroteca, de accesibilidad a colecciones arqueológicas, etcétera.

Pero el triste peregrinar de la Academia por edificios ajenos y la inaccesibilidad a tanta riqueza cultural guardada en cajas, depositadas aquí y allá, tendrán su fin cuando la Córdoba de los posibles --la de las empresas con ganancias y de las rentables agrarias-- se dé cuenta de que el problema es suyo también, no solo de la Academia, se tiente el corazón y estruje su cerebro y su cartera. A la Administración también habría que pedirle ayuda y, sobre todo, que no ponga trabas.

Ahora podrá ayudar la sociedad cordobesa a través de la Fundación que la Real Academia está poniendo en marcha. Si se puede.

* Escritor y abogado