Hay muros materiales, que sirven para evitar que salga lo que está dentro, como en las cárceles o en los guettos judíos de la Europa nazi. Hay otros muros que son defensivos para rechazar los ataques del enemigo, como la Gran Muralla China o los que levantan fortalezas y castillos por toda nuestra geografía. Hay muros de hormigón, como los de la Berlín dividida en la Guerra Fría, y muros de alambradas como los que utilizamos en Ceuta y Melilla, en su variantes de electrificados y con concertinas.

La estrategia de los muros no es nueva ni en el mundo ni en los Estados Unidos. El muro de Estados Unidos en su frontera con Méjico comenzó a tejerse en el año 1994 con Bill Clinton y tiene algo más de 1.000 kms ya construidos, una tercera parte de su longitud total que ahora se quiere acometer, y más de 10.000 cadáveres de personas a sus espaldas. El de Cisjordania con Israel emplea todo tipo de elementos para separar palestinos de judíos, con zonas de «seguridad» que no son sino terrenos apropiados por judíos en un arte en el que son maestros destacados. El muro de Belfast en Irlanda del Norte fue famoso por la división entre católicos y protestantes. El que existe para dividir Corea del Sur y del Norte con 250 kms de longitud poco tiene que ver con los 2.700 kms de muro de nuestro vecino Marruecos con el Sahara Occidental. Irak tiene 2 muros en sus fronteras, uno con Arabia Saudí y otro con Kuwait; además de otros países como Chipre, la India con Pakistán o Uzbekistán.

También hay muros naturales, en su versión de fosa, como el mar Mediterráneo, que se tragó el año pasado casi 5.000 vidas humanas que querían llegar a nuestras costas.

Pero sobre todo hay muros mentales, aquellos de quienes se creen superiores y con más derechos que otros seres humanos, aquellos que condenan al ostracismo a todo lo que sea diferente y sin dinero, aquellos que equiparan inmigración con índices de delincuencia y marginalidad. Son los muros del egoísmo, de la ignorancia y del miedo, de la negación de la dignidad humana. Desde luego, donde hay inmigración es porque hay más riqueza, y Estados Unidos o Cataluña o Madrid son ejemplo de ello. Ya advertimos hace algunos años que con este tema sin resolver nos estamos jugando mucho más que el mercado de trabajo o la política de seguridad, sino la defensa de los valores fundamentales en los que creemos y la dignidad de la persona por encima de todo. Desde luego, nosotros no somos mejores que otros. Estamos cuestionados por no asumir nuestra cuota de refugiados, mientras hemos sido denunciados por las malas condiciones de los centros de internamiento de extranjeros y pagamos a nuestros vecinos para que retengan como sea en sus fronteras a quienes pasan de tránsito a nuestro territorio. Mientras, la Unión Europea hace aguas y USA comienza un muro que siempre será el de la vergüenza de todos.H

* Abogado