Al socaire de la noticia cuanto menos sorprendente de ese hombre que ha resucitado en prisión, sí, como lo oyen, en prision, en donde tras darle por muerto y meterlo en la cámara de la morgue en su correspondiente bolsita, revivió al llegar a la mesa del forense que le iba a practicar la autopsia, ya marcado el tajo en su tórax, reflexiono sobre algo tan inmortal como la propia muerte.

La muerte y la palabra muerte están de moda y hasta los negocios cada vez más novedosos que giran en torno al sueño eterno. Están a la última las celebraciones que se contratan en vida para celebrar nuestra muerte con todo lujo de detalles y deseos, fiestas con mojitos a la orilla del mar, globos de colores personificados en el bar preferido para celebrar nuestro fallecimiento con el grupo de personas escogido que reciben la invitación al poco de nuestra partida. Está de moda la incineración y todas sus variables, las urnas ecológicas, las que se convierten en árbol tras ser enterradas, las urnas joya y hasta esas que llevan impresa la cara del finado, al estilo de la que pasea el protagonista de la película Señor, dame paciencia que vivamente recomiendo si de lo que se trata es de pasar un buen rato con ese viudo obligado a celebrar con sus peculiares yernos la muerte de su mujer. Sobre el destino de las cenizas ya no digamos las variables que existen, aunque me quedo con esos familiares que se bebieron infusionadas las cenizas del abuelo procedentes de Cuba, creyendo que se trataba del mejor café enviado por los parientes cubanos.

Semánticamente también está de moda: «Moribundo» es lo que tiende a una muerte inminente y si no que se lo digan al Córdoba CF. Tenemos discursos como el Oprah Winfrey para visualizar, precisamente en negro, la «mortal» necesidad de poner sobre la mesa el abuso que muchas mujeres han sufrido allí arriba, o en lo más bajo. Tan «mortífero» fue para Diana Quer el sujeto repugnante que le segó la vida, como ahora espero lo «mortifiquen» para que quede «inmortalizado» como el asesino que es.

Y es que, al final, solo hay una cosa segura en la vida, la inexorable muerte y para quienes crean, la inmortalidad del alma. Inmortal, qué palabra más bonita... Yo de momento me quedo con que el muerto no estaba muerto, que estaba vivo. Ya saben.

* Abogada