Tras la decisión de hacer peatonal la calle Capitulares, el Ayuntamiento de Córdoba anuncia nuevos planes para eliminar, o más bien restringir, el tráfico rodado en otras calles. La decisión de añadir un nuevo tramo peatonal al Paseo de la Ribera -en este caso la Ronda de Isasa, entre la Cruz del Rastro y Caño Quebrado-, es la más significativa, pero también hay planes para Camino de los Sastres y Alcalde Sanz Noguer en Ciudad Jardín y previsiones de restricción del paso de vehículos en Santa Marina y San Agustín. Son objetivos a medio plazo, pues requieren no solo inversión para adecuar y pavimentar estas vías, sino un plan de tráfico idóneo, reordenación de las líneas de autobuses, soluciones bien pensadas para los residentes con y sin cochera y dotación de plazas de aparcamiento que sustituyan a las eliminadas. No es fácil, y, como proyectos anteriores, suscitará controversia, especialmente entre los residentes.

Es cierto que la peatonalización del centro de las ciudades se plantea como una solución para hacerlas más cómodas y habitables a los vecinos, y más atractivas para el comercio y turismo. Reducir ruidos y contaminación es un empeño plausible, y facilitar el paseo en una ciudad tan bella como Córdoba también lo es. Pero hay que vigilar varios aspectos, para evitar que la peatonalización estrangule el tráfico, cree barreras entre barrios y convierta en decorados calles actualmente llenas de vida. El gobierno municipal debe tener en cuenta las necesidades de la población, muy envejecida en el casco histórico y centro, y elaborar un plan de movilidad adecuado. También debe impedir que los únicos beneficiarios de los cambios sean los turistas y la hostelería con sus veladores, pues volvemos a la necesidad de mantener un centro vivo y habitado. Son muchos desafíos, así que Córdoba merece que los planes se preparen con cautela y eficiencia.