Mi amigo y compañero Eduardo Castillo tiene palabra, y su palabra, os lo puedo asegurar, es importante. Pero ahora le ha tocado un papel más difícil que el de hablar y es el papel de callar, el de callar junto al llanto sin consuelo de una de sus alumnas que acaba de perder a su madre. Por eso me ha pedido que yo tome la palabra como si fuera la suya, prestada, la de un amigo para que algo diga sobre esa compañera tan difícil de sobrellevar como es la muerte. Morir también es vivir, independientemente de las causas que produzcan la muerte. Lo curioso es que casi nunca comprendemos las causas, pero lo cierto es que todos abandonamos tarde o temprano esta forma de ser en el mundo. Podríamos discutir largo y tendido sobre esto pero quiero centrarme única y exclusivamente en el hecho mismo de la muerte y es por eso que me atrevo sin tapujos a afirmar que la muerte también es la vida. La experiencia de dejar este mundo, créeme, es la experiencia de vivir de la forma más definitiva, de la manera más plena, más profunda, sin fisura alguna. Independientemente de todos los fenómenos, incluidos los religiosos y los filosóficos, que quieras pensar en este mismo instante o después de leer estas líneas, estoy convencido de que cualquier ser humano que abandona esta vida comienza a vivir, al menos, en la vida de otro ser humano y con un mínimo de suerte, en la de más de uno. Si queréis llamar a esto una forma de reencarnación, podéis hacerlo libremente, como igualmente libre es vivir en la vida de otro.

Morir es liberarse de la esclavitud del espacio y del tiempo, y por eso y no en vano decía la más inquieta y andariega de nuestras mujeres que el espacio y el tiempo no son nada más que una cárcel y unos hierros de los que solo cabe esperar la salida mientras se muere, sobre todo, porque no se muere. Así lo vislumbró también Martín Heidegger, cuando allá por los finales de la segunda década del pasado siglo, enunció en su Ser y Tiempo , que el individuo en esta vida solo es un "siendo" y que sólo llega a Ser en el morir (Der Mensch ist Einstein Sein zum Tode ). Aunque pueda parecerlo, no pretendo hacer juicios de valor. No es, desde mi punto de vista, el siendo peor que el Ser, ni tampoco mejor. Simplemente son dos formas de comprender el sentido de la existencia, el siendo mira la vida en línea recta y por tanto únicamente está capacitado para ver lo que tiene delante de sí; mientras que el Ser mira a la existencia como si estuviera en el vértice de un abanico que se ha abierto por completo al existir. En el territorio de la cinematografía, un plano abierto puede resultar igual de interesante que un primer plano. Todo depende de lo que el emisor quiera decirnos en ese acto de comunicación.

Carmen, esto que acabas de leer líneas arriba es solo para que tratemos de entenderlo los que somos ya mayores. Tú no, porque a ti se te acaba de morir mamá y todos sabemos y aceptamos que la querías seguir amando en el siendo y no en el Ser y que el dolor es tan profundo que no existe el consuelo, ni existe palabra alguna en lengua alguna que pueda secar tus lágrimas. Pero no te quepa duda de que tu madre vivirá, desde ahora y para siempre precisamente porque tú existes, porque posees el recuerdo, porque posees esa memoria que jamás desaparece que es la memoria del corazón, porque el amor es la única arma capaz de traspasar las fronteras del espacio y del tiempo. Tu mamá ha comenzado a vivir de otra manera que no entendemos muy bien. Seguro que poco a poco, y ahí estaremos todos juntos para ayudarte, irás acercándote al Lugar donde se encuentra mamá y desde donde te sigue amando sin límites.

Morir es la única manera posible de alargar indefinidamente la existencia, la única forma que conocemos de vivir para siempre.

* Profesor de Filosofía

AntonioJMialdea