Por si fueran pocas las alarmas sociales, recientemente un futbolista, Luis Suárez, en la refriega de Brasil, le pegó un mordisco a un contrincante, añadiendo más perplejidad en todo el planeta. Párrocos, lideres de opinión y educadores sentencian: el fútbol envilece, se pierden los valores humanos, es un negocio de niños maleducados que dan paso a las bajas pasiones: a la violencia contra Neymar y al trapicheo de capitales; Gil, Del Nilo y Bartomeu.

Como contrapunto, por suerte, las chicas de balonmano playa se revelan contra la federación que se empeña en aplicar la normativa internacional "machista y sexista", y las obliga a jugar en top y bragas, agresión a las buenas costumbres y la decencia, que no están dispuestas a tolerar. Muchachas valientes, con principios, que no se avergüenzan de pertenecer a la tierra que dejó manca a Santa Teresa. -Si a Urdangarín le permitían jugar con camiseta --ya nos gustaría verlo sin ella-- con mayor razón, deberían dejar que nos la pusiéramos a las que tenemos un tórax tridimensional. Así dan la cara, con valentía, sin complejos, ante una modernidad obscena. -No podemos jugar en bikini preocupadas, ante tanto mirón, de que no se nos salga nada. Queda claro que la nueva generación del deporte femenino clama por el diseño nacional-católico de Pilar Primo de Rivera: ¡los pololos! como santo y seña de la española que cuando besa no saca la lengua.

Más del 90% de nuestras mujeres ni enseñaron ni enseñarán jamás una teta, ni para amamantar, que ya no se lleva. Se habla de libertinaje cuando el mensaje de nuestras abuelas caló más que el de Maria Goretti. Me ha dolido el alma oír a ciertas pacientes: -Me he pasado la vida escondiendo el pecho, cuando era bello y terso, y ahora me da, más que pudor, rabia, descubrirlo cuando estoy enferma y ajada. Tampoco olvido a una anciana que cuando la llevaban a operarla me dijo: -más que a la muerte, temo a que cuando me duerman me vean destapada. No se preocupe, Felisa, tranquilita, que yo entraré al quirófano y hasta al cirujano le pondré una venda en los ojos.

La mujer vestida, más o menos insinuada, te atrapa, absorbe y magnetiza. Cuando está desnuda, en cambio, es todo lo contrario, por hermosa que sea, te distancia; mas que a poseerla te incita a contemplarla, a mí, concretamente, como a Goya o Rubens, me mandan a por lienzo y pinceles para pintarlas. Jamás he visto, desde Canarias a Suecia, en playas nudistas, miradas turbias ni situaciones erectas. En la sala de autopsias muchos alumnos caen redondos si el cadáver tiene puestos calcetines lo que no ocurre si está totalmente desnudo. La ropa contextualiza y compone la fantasía o la tragedia. La mujer tapada --dicen-- las hace más atractivas y bellas, pues la imaginación supera a la realidad, y esto es una leyenda, pues lo que provocan son las ganas de desvelar la incógnita, el interés por saber si detrás de la tela está el grial: sentimiento que no tiene nada que ver con el sexo ni la estética, nace del misterio en sí mismo, del ansia de descubrir lo oculto. Si nuestras deportistas quieren acabar con ese morbo "misógino y machista" --dicen-- no pueden ponerse un burka, mas al contrario, deben dejarse de ñoñerías y demostrar que debajo de su bañador no esconden el vellocino de oro, o sea, opino que deberán jugar al balomplaya en pelota.

Hay animales que te chupan la sangre. Otros inyectan: la serpiente Botrops Jararaca te trasfunde un anticoagulante para luego meterte un trombótico y fulminarte. Los humanos, además, muerden. El canibalismo no es, pues, una aberración, es una característica de nuestra naturaleza y en religión es la transubstanciación. La niña corre a los brazos chillando: -Mami, Pepito me ha mordidoooo. El chulo presume de los irrefrenables bocados que le da su amante, desgraciado, es la marca intencionada que le deja para que su esposa descubra su infidelidad. Tyson, uno de los más grandes boxeadores de siempre, en pleno combate con Holyfield, lo mordió hasta arrancarle un trozo de oreja.

Una colega norteamericana vino a Granada a ver desde el bosque de la Alhambra, en la madrugá, al Cristo de los Gitanos "procesionando" por el Sacro Monte: un espectáculo fascinante. Cuando mis labios se acercaban a los suyos, para besarla, me enseñaba los dientes, blanquísimos, que deslumbraban entre tanta oscuridad y me amenazaba encajando y desencajando la mandíbula, por lo que desistí de dárselo, como habría hecho cualquiera, y más si supieran que aquella bella mujer era negra. Yo no soy racista pero al parecer ella si que lo era.

No es el futbolista Luis Suárez un vampiro --como dicen-- pues no succiona la sangre, solo hinca el diente, como cualquier ciudadano, la diferencia está en que a él el Barça le paga ochenta millones para que le de mordiscos al contrario. Rentabilizar un instinto es de meretrices, artistas o de sabios.

* Catedrático emérito de la

UCO