La filtración de las cuentas abiertas en entidades financieras establecidas en paraísos fiscales trasatlánticos ha puesto de manifiesto que el proceder de políticos granujas o espabilados --ciertos parlamentarios han cobrado miles de euros por asesorar verbalmente a empresas que luego obtenían contratos públicos--, es de más amplio espectro. Lo intuíamos después de conocer que Bárcenas y Granados formalizaron cuentas en Suiza para potenciar sus ahorrillos o que el exhonorable Pujol llevó a Andorra unos dineritos, donados por papá, que no había tenido tiempo de declararlos al fisco porque, al estar tan ocupado con la cosa pública, se le olvidaban sus deberes privados. Sí, intuíamos que los chanchullos superaban el ámbito de la política porque, de vez en cuando, se supo que quienes estaban lucrándose con la amnistía fiscal de Montoro tenían fondos ocultos allende nuestras fronteras. Un día se hablaba de deportistas afamados; otro de divas de la ópera; otro, de algunas damas de la vetusta nobleza… Pero, la publicación de los archivos custodiados --mal custodia-dos--, en bufetes de abogados que colocaban dineros españoles en Panamá, ha puesto de manifiesto la insondable magnitud de los traslados de papel moneda que han venido efectuando nuestros compatriotas de las más diversas profesiones, oficios, ideologías e inclinaciones sexuales. Un listado amplísimo en donde los menos eran políticos que habían tomado a su partido por una ONG de la corrupción. Ese afán de guardar euros en los trópicos ha afectado a un sinfín de “gentes de orden” que, al ser cogidas con las manos en la masa, han argumentado que eran cosas del asesor, caprichos de mi mujer... La moraleja del escándalo, aunque pueda no gustar, es muy sencilla: los políticos no son extraterrestres, sino el vivo reflejo, en cada momento, de la sociedad a la que deben servir. H
* Escritor