Hace poco fallecía Zygmunt Bauman, sociólogo y filósofo, uno de los grandes pensadores europeos del siglo XX y XXI por todo lo que ha aportado al conocimiento del momento actual. Este «sociólogo del mundo líquido», como se le ha llamado, ha definido nuestro tiempo por su capacidad de licuar instituciones y relaciones. Todo se vuelve líquido, porque los vínculos se han debilitado poderosamente y si bien los ha hecho más flexibles, también los hace mucho más vulnerables. Su afirmación acerca de la «modernidad líquida» en que vivimos, su reconocimiento de nuestros tiempos líquidos, le han hecho desear nuevos modelos educativos para ayudar a construir a los jóvenes una identidad capaz no sólo de sobrevivir, sino sobre todo de avanzar en medio de las olas de las aguas agitadas del mundo en el que se encuentran. Vale la pena contemplar y reflexionar sobre este gran maestro. Un maestro que nos enseñó lo que puede dar de sí el pensamiento, lo que puede dar de sí la coherencia y lo necesario que es en este mundo el rigor intelectual. Su vida dedicada a un profundo y constante trabajo intelectual -convencido como estaba de que las ideas pueden cambiar el mundo-, Bauman ha incidido poderosamente en la educación. Dedicó un libro a hablar de los Retos de la educación en la modernidad líquida (2013), en el que parte del reconocimiento de lo que él califica acertadamente como el «síndrome de la impaciencia», un estado de ánimo constante que considera abominable el paso del tiempo. Todo se consume rápidamente y el goce que provoca el consumismo es fugaz, no dura. Esta realidad incide en la educación que queremos ver como un «producto rápido» y no como «un largo proceso». ¡Cuántas y qué hermosas lecciones nos ha dejado Bauman! Sus libros son fascinantes. Sobre todo, este gran maestro nos ha enseñado cómo hemos de mirar el mundo: «con rigor, con aprecio y con hondura». Debemos intentar comprenderlo, hemos de criticarlo, pero descubriendo siempre nuevos caminos para transformarlo.

* Periodista y sacerdote