Cuando no hay dudas sobre el resultado de la votación de una moción de censura, su interés va por otros derroteros. Esta regla de hierro del parlamentarismo se está cumpliendo con ocasión de la iniciativa de Podemos (67 diputados) contra el Gobierno del PP (134 diputados) que empezó a debatirse ayer en el Congreso. Una moción que se planteó en un panorama político que la victoria de Pedro Sánchez en las primarias del PSOE varió y que si de algo sirvió es para evidenciar que, pese a su minoría parlamentaria y la corrupción, Mariano Rajoy no tiene ante sí una oposición organizada que sea capaz de ponerlo en apuros.

Destacó ayer el desempeño de Irene Montero en la comprometida tarea de defender la moción. La joven diputada, portavoz de Podemos, hizo un sólido y muy largo discurso, que centró en la desigualdad social y los numerosísimos casos de corrupción que lastran la honorabilidad y la credibilidad del PP. La dureza de su intervención quizá sorprendió a Mariano Rajoy, que respondió --algo a lo que no estaba obligado-- en un tono más enérgico que de costumbre. El presidente intentó minusvalorar y relativizar la corrupción de su partido --pretensión harto difícil--, exhibió cifras sobre la mejora de la economía española --aunque esta mejoría no alcance a la mayoría de los españoles-- y dedicó a los podemitas las ya clásicas puyas a cuenta de sus relaciones con el régimen de Venezuela.

Quien se postula para la Moncloa, Pablo Iglesias, no aportó --retórica al margen, aunque tuvo ocasión de comprobar que Mariano Rajoy no es un oponente cómodo en el debate-- ninguna novedad a lo ya conocido. Lo habría sido que hubiera ofrecido un pacto con el PSOE y Ciudadanos para forzar la caída de Rajoy, pero el líder de Podemos sigue abjurando de todo acuerdo que incluya al grupo naranja, cuya colaboración con el PP, por el contrario, goza de estabilidad pese a que los populares han incumplido varios de los compromisos adquiridos. Este apoyo y la incapacidad de Podemos de sumar aliados hacen que el resultado de la moción esté cantado. Hoy, en la segunda jornada del debate, intervendrá Albert Rivera por Ciudadanos, lo que añade el interés de ver cómo conjuga su rechazo a la corrupción y a la moción de censura, y, muy especialmente y en el mismo sentido, el estreno del portavoz del PSOE, José Luis Ábalos, que deberá responder a la oferta de Iglesias, aunque su posición ya es conocida.

La moción de censura será, por tanto, fallida, lo que no significa que no haya motivos para ella. Todo lo contrario: el Gobierno del PP no tiene otro proyecto que dejar pasar los meses a la espera de que la mejora de la economía cunda, la justicia sustancie (o archive) los casos de corrupción y el problema catalán se resuelva por arte de magia. Hay motivos, pero esta moción acabará políticamente en tablas.