La intolerancia es una de las grandes amenazas del siglo XXI. Está detrás de los delitos de odio, de la agresión y estigmatización del diferente, de los últimos ataques a centros de refugiados en Europa, más de mil el año pasado en Alemania. Es un problema de dimensión cultural, ética, religiosa y social que se ve impulsado por factores variados, especialmente estructurales, económicos, políticos e ideológicos.

En este contexto la Asociación para el Progreso y la Modernización de Córdoba Futura valoró la necesidad y el interés de organizar hace escasas semanas en colaboración con la Fundación Cajasol la charla-coloquio Una mirada a la intolerancia y los delitos de odio, a cargo de Esteban Ibarra, presidente de Movimiento contra la Intolerancia, la ONG que fundó a comienzos de los años noventa como reacción a los episodios de violencia racista y otras manifestaciones de intolerancia que se extendían por España.

El asunto objeto de esta charla-coloquio no es un asunto menor. Los grupos radicales se van adaptando continuamente al código penal para eludirlo. Inventan perífrasis y eufemismos para disfrazar su ideología violenta. Las nuevas tecnologías e Internet les permiten acometer acciones criminales en diferentes países o lugares de forma sincronizada. Nuestras sociedades democráticas son azotadas continuamente por actos de intolerancia: atentados a inmigrantes, violencia neonazi, ataques a homosexuales, gitanos, musulmanes, judíos o incluso agresiones ultras en los campos de fútbol, que también están marcadas por la intolerancia y el odio.

Detrás de todo ello hay un desprecio al diferente, un ataque a la víctima por no respetar su condición social, cultural, religiosa, política o simplemente por su aspecto físico. La intolerancia es un problema gravísimo de nuestras sociedades, se alimenta de prejuicios, de ideologías fanáticas, autoritarias y excluyentes. Se ve espoleado por el miedo y la inseguridad. Constituye uno de los peores cánceres de nuestra sociedad actual.

Ante esta situación que crece en una Europa en crisis hay que reaccionar. La primera respuesta debe ser no negar al problema. Si un enfermo desconoce o no acepta su enfermedad está más lejos de la curación. Es necesaria una concienciación y reconocimiento del problema en primer lugar y una implicación institucional seria después. Hay que frenar la intolerancia y evitar la captación de jóvenes en este mundo de fanatismo y violencia.

Para ello el camino es el que lleva recorriendo la asociación Movimiento contra la Intolerancia desde hace 25 años. Hay que registrar todos los casos de delitos de odio que se producen. Hay que denunciarlos, pues solo se denuncian aproximadamente el 20% de los casos. Hay que cumplir especialmente una tríada ética que consiste en respetar, aceptar y valorar al diferente.

El respeto al diferente es la base del reconocimiento de su dignidad humana. Porque la intolerancia destruye la humanidad que hay en todo individuo y pretende robarle su dignidad, en función de un rechazo a la diversidad y pluralidad. Alimenta el odio, el desprecio, la discriminación y la violencia hacia el que es diferente: estigmatiza, victimiza y agrede.

Además del respeto hay que aceptar esa diversidad. Aceptar al diferente supone comprender que puede vivir con nosotros, en nuestras sociedades, manteniendo sus diferencias, con respeto mutuo, con solidaridad y fraternidad en función de nuestra común naturaleza humana y dignidad común.

La no valoración de la persona diferente desemboca en el intolerante en conductas y acciones que dañan los derechos humanos: discriminación, hostilidad, violencia, crimen de odio. Hay que acabar con estas actitudes, porque la indiferencia y la impunidad son los mejores aliados de la Intolerancia.

Detrás de toda intolerancia hay una idea común que consiste en negar la dignidad de las personas diferentes. Se aparta a seres humanos del valor de la dignidad. Se cosifica al diferente, se le rebaja, humilla y desprecia, robándole un derecho que es común y universal a todos los seres humanos. La intolerancia provoca daños irreparables atentando siempre contra uno de los valores que hacen grandes a las sociedades y los pueblos: la dignidad humana.

* Futura. Asociación para el Progreso y la Modernización de Córdoba