El mierda era el apelativo que Burroughs utilizaba para definir al personaje cuya más notable característica es la imperiosa necesidad de llevar la razón, a toda costa. Yo me cruzo a diario con alguno de estos mierdas profesionales perdedores de tiempo a los que no interesan conclusiones, respuestas, acuerdos, si no es bajo el punto de vista de su enorme «yo». Realmente, me preocupa. En serio, quiero lo mejor para ellos, y me he prometido darles coba hasta que griten su famoso «¡no me des la razón como a un tonto!». Porque encima son exigentes, tú. Pero mirad, so mierdas, si es que estáis ahí, os invito encarecida y cariñosamente a escribir ya mismo el comentario más asqueroso relativo a mi humilde persona. «¡Es que me la bufa!» (como diría cierto nota que yo me sé) «Indignación en las redes por tal y cual». ¡Es que no, señoras! ¡Que no estoy! Me torno melancólico al pensar en todo el tiempo tirado a la basura por tantos inocentes atrapados en la trampa del mierda. Yo sé que al mierda le cuesta vivir al margen de opiniones y fotos que hablan por sí solas. Claro, tu novia o novio aparece solo en er feihbu, y tú corres a publicar un selfie en pareja en plan «¡eh, cuidado, que es mía!», porque los demás pueden «entender» que ella está sola. ¿Lo ves? Quieres meterte en la conciencia de los demás, modificarla, controlar pensamientos. Dispones «der guasah», cómo no, para no sentirte desplazado cuando en la mesa rulan yupis de ida y vuelta y tu te preguntas «¡hostia, ¿hablarán de mí?». Ojo, no digo que todo usuario de tan portentosos inventos sea mierda, ¡todos lo hemos sido alguna vez, por supuesto! Pero tú, so mierda, debes de ser la flor y nata del grupo con uno de esos puñeteros iphones en la mano. ¿A qué sí, gente? Pues ya sabéis, decidle que sí a todo y haced luego lo que os plazca. Sacad partido de esa fuente inagotable de distracción que es el mierda.

* Escritor