Lo que está claro es que la Mezquita de Córdoba es en cualquier historia el mayor y más bello monumento de la ciudad y el mejor negocio artístico. Nos referimos a este gran templo de la humanidad porque el pasado martes el profesor y portavoz de la Plataforma-Mezquita-Catedral, Miguel Santiago Losada, pronunció una conferencia en el Teatro Cómico Principal titulada Mezquita-Catedral, nuestra seña de identidad. Ese mismo día, en Bodegas Campos, el canónigo archivero de la catedral, Manuel Nieto Cumplido, presentó un libro suyo titulado La Mezquita de Córdoba, joya bizantina; y el miércoles el estudiante doctorando Javier López de Luna dio una conferencia en el Círculo de la Amistad sobre su tesis doctoral La Mezquita-Catedral de Córdoba según la literatura de viaje del siglo XIX que, según especificó, se la costea el Cabildo catedralicio cuyo presidente, Manuel Pérez Moya, presentó al conferenciante. La Mezquita es el mismo monumento para las tres intervenciones referidas, pero tan distinto para uno que para otros que se puede pensar que la historia se adapta al pensamiento y no a los hechos y a la realidad.

Porque desde luego es novedad que el arte de la Mezquita, el ejemplo más señero de la arquitectura andalusí y el más emblemático del arte omeya hispano musulmán sea ahora considerado no como fruto del arte árabe sino de la influencia del helenismo (arte griego) y del bizantino. Puede que ser canónigo archivero signifique haber leído historias que todavía se desconocen. La Mezquita y la literatura de viaje del siglo XIX atrae porque conocer el monumento a través de la visión de los viajeros románticos que venían a buscar el mito del orientalismo en ese espacio sagrado que engloba la Torre de la Calahorra, el Puente Romano, el Guadalquivir y todo el templo musulmán-cristiano aunque la ciudad estuviese en una fase decadente, según el conferenciante, «por la desamortización» (expropiación forzosa de bienes en poder de «manos muertas», la Iglesia católica y las órdenes religiosas) y por su serio abandono era experimentar la belleza de una manera muy particular. Pero en cuanto pudo el estudiante doctorando resaltó la entrega de la Mezquita a la Iglesia católica por parte del rey Fernando III el Santo y dejó constancia de la preocupación por el templo que siempre ha tenido el Cabildo catedralicio, a quien señaló como su único y verdadero propietario. Miguel Santiago empleó una metáfora para referirse a la Mezquita: es una supernova, una explosión estelar que crea vida y se preguntó ¿qué sería de Córdoba sin su Mezquita? Se refirió al empeño de los últimos obispos por no llamarla mezquita y a la consecución de Córdoba de que a este monumento, siempre un bien de dominio público (con Alfonso X el Sabio, Isabel la Católica, el emperador Carlos V, incluso con el dictador Franco), se le denomine oficialmente Mezquita-Catedral desde el 29 de marzo del 2016.

La Mezquita, así lo entiende el clero y el pueblo, sigue siendo el espacio de Córdoba donde el arte se manifiesta de manera más contundente. La Universidad, alejada de propiedades, desamortizaciones y negocios, debería adquirir el compromiso de escribir la verdadera historia de la única Mezquita. H