Para mí, ya es todo un problema personal cómo debo llamar al corazón de la ciudad cuando jamás he tenido tal aprieto. Si hablo de "Catedral", me identifico (o me identifican) automáticamente con un grupo de cordobeses, y si digo de "Mezquita", con otro. Incluso hay matices si uso las expresiones "Mezquita-Catedral" o cito "antigua Mezquita", cuando en Córdoba la verdad es que no nos ha importado nunca mucho para nombrar un sitio que, por ejemplo, ya no se hagan tejas en Ronda de los Tejares, ollas en la Avenida de las Ollerías, no se corran toros en La Corredera ni en Huerta de San Rafael ya no haya ni una lechuga.

Por supuesto, tengo mis ideas al respecto, pero no viene al caso porque esto se ha salido de madre. Ahora lo que me preocupan y asustan son tres cuestiones:

La primera, la ya mencionada de que un cordobés se tenga que sentir cohibido por llamar a la Mezquita o a la Catedral como le venga en gana. Es absurdo. Es como si un bebé acabara con miedo al pronunciar sus primeras sílabas porque si dice "pa--pa--pa" se llevara un tortazo por parte de la madre o un bofetón del padre si lo que balbucea es "ma-ma-ma".

Segundo: estoy preocupadísimo porque se están rompiendo puentes entre cordobeses, incluso entre personas valiosísimas con una capacidad intelectual a los que, en serio, se me cae la baba escuchándolos. De hecho, oírlos ha sido la única alegría de toda esta polémica. Son personas que, seguro que como yo, quieren que el debate se mantengan dentro de la cordura social y no derive en dos bandos políticos, ciudadanos e intelectuales irreconciliables, sin grises. O conmigo o contra mí

Y tercera cuestión, la que me pone los pelos de punta: pensamos que estamos solos en un debate cercano, interno, familiar... Pero no es así. Córdoba es todo un símbolo pasional para el mundo cristiano y, sobre todo, para el islámico y el conflicto, sacado de quicio y de contexto lejos de nosotros y multiplicado por las redes sociales sin ton ni son y en lo más banal, sin relación con lo que sienten y viven los propios cordobeses, nos está convirtiendo en un blanco de islamistas y cristianistas. Ya saben que Bin Laden nombraba cada dos por tres Al-Andalus y que el Estado Islámico está obsesionado con Córdoba, mientras que cualquiera en internet puede seguir páginas de iglesias evangélicas de EEUU más fanáticas que el papa Urbano II cuando llamaba a las cruzadas, pero citando a Córdoba sin saber tampoco de qué hablan. Entre todos, locos de nosotros, les estamos cediendo a estos extremistas el debate y la resolución del mismo con esa amplitud de miras que les caracteriza a base de bombazos y sangre. Y no es una licencia literaria. El riesgo es real.

Por favor, hablemos buscándonos con una sonrisa franca, sin trincheras, con puentes, manteniendo el espíritu tan libre como la propia Mezquita-Catedral de la que estamos tan orgullosos porque es de todos y por mantenernos 775 años juntos. ¿O es que usamos nuestras llamadas a la unión como arma arrojadiza?