Hay cosas que se dicen con la boca pequeña, y aún. Porque después del crimen en sí mismo, la losa más pesada que arrastran las mujeres es la del silencio. Por eso asisto boquiabierta al estallido del movimiento #MeToo que está desvelando miles de agresiones a mujeres de todo el mundo. ¿Podemos aceptar que el hombre, el macho, tiene una inclinación natural a la dominación, al sometimiento forzado de la mujer? No me lo puedo creer, por mucho que en Europa el 99% de las agresiones violentas sean emprendidas por hombres. Quiero creer que la educación, los medios de comunicación, los modelos de la publicidad son los responsables, y que por lo tanto podemos revertir la situación si nos lo proponemos. Y quizás en este convencimiento está la clave de por qué tantas mujeres están diciendo basta, porque por fin vemos que juntas podemos, y porque cada vez hay más hombres que han recibido una educación diferente, respetuosa con el otro, sea del sexo que sea. Y porque también queremos que en el #MeToo se encuentren los hombres que hayan cometido una agresión, que se reconozcan en estas actitudes de desprecio.

¿Por qué durante tanto tiempo las mujeres hemos aguantado tanto, más allá de la sutil y sostenida, cuando no explícita, culpabilización a que la sociedad nos ha sometido? Cartas marcadas desde el momento del nacimiento que nos han situado siempre en un plano diferente del hombre, quiero decir inferior, no diferente. Y aquí yo también entonar alto y claro el #MeToo porque demasiadas veces he tolerado estas actitudes. Cuando en una reunión mi opinión no ha sido escuchada hasta que un hombre la ha repetido unos minutos más tarde como si la idea fuera suya. Cuando tanta gente se empeña en hablarme de mi «jefe» cuando él siempre me ha presentado como su «socia». Porque demasiadas veces yo misma me he quedado atrás sin que nadie me lo pidiera.

¿Lo veis? Ya me estoy culpabilizando de nuevo. Perdonadme las mujeres a las que no he sabido defender mejor. Perdonadme los hombres a los que no he sabido abrir los ojos. Por favor, no dejemos pasar ni un día más, ni una mirada más, ni una mano más.