Leí en un relato de Jorge Luis Borges la historia de Shih Huang Ti, el emperador que construyó la gran muralla china y destruyó todos los libros anteriores a él. Significativamente salvó los de agricultura, medicina y astrología. Un tipo siniestro el emperador aunque pragmático.

También es pragmático el ministro José Ignacio Wert que en su reforma educativa refuerza las materias instrumentales, de la lengua a las matemáticas pasando por el inglés, y jalona la carrera académica estudiantil de reválidas para que demuestren que han alcanzado las competencias y los contenidos mínimos (y, de paso, mejorar en las pruebas internacionales, tipo PISA, en las que suspendemos periódicamente).

El pragmatismo es condición necesaria, y aplaudible, para no construir castillos en el aire ni refugios de parásitos pero hay que tener cuidado para no incurrir en el utilitarismo ramplón o en la superficialidad metodológica. Por ello, es peligroso que, junto al refuerzo de las asignaturas instrumentales, el ministro Wert proponga en su proyecto de Ley la destrucción de la Filosofía, como un nuevo Algazel, mediante la eliminación de las asignaturas que tratan la Etica y la Historia de la Filosofía.

Renunciar a la memoria y a la reflexión supone considerar que necesitamos ingenieros pero no ciudadanos, técnicos pero no personas. El emperador chino quemó los libros porque la oposición filosófica confuciana los podría invocar para alabar a los que le precedieron en el poder. Eliminar las asignaturas filosóficas supondría por parte del ministro español la aceptación implícita de que la Filosofía presupone una oposición al sistema democrático, lo que es absurdo, o a la ideología del Gobierno, lo que sería revelador.

De hecho, y como profesor de Filosofía, me sumo entusiasmado a la que creo que es la mejor intención de Wert: tenemos que enseñar a los alumnos más bien el manejo de brújulas que a trazar mapas obsoletos. Pero si algo ha demostrado la Filosofía en sus tres mil años de existencia es que precisamente es la materia que mejor combina el pensamiento crítico con las herramientas para procesarlo, además de constituir el paradigma del pensamiento del siglo XXI: la Tercera Cultura que combinando la tecnología y las humanidades supere el caduco antagonismo entre ser "de ciencias" y "ser de letras". Si Occidente es la vanguardia del pensamiento innovador es gracias a aquellos que como Demócrito, Santo Tomás de Aquino, Spinoza o Wittgenstein se lanzaron a desbrozar terrenos conceptuales nuevos sin contar con ningún tipo de GPS. Hicieron camino (intelectual) al caminar (pensando).

La práctica del razonamiento crítico es fundamental para la creación de nuevas empresas, en un entorno cada vez más mutable, competitivo e incierto. Se trata de ser capaz de analizar información de una manera creativa, con una mente abierta y siendo capaces de argumentar. Y dicha capacidad, abrir mentes de una manera creativa y razonada, ninguna asignatura mejor que la Filosofía para llevarla a cabo.

Como muestra de la pertinencia de la Filosofía, un botón. Vayan al gráfico (http://pleasandexcuses.com/2012/09/06/philosophy-major/) realizado a partir de datos extraídos de Educational Testing Service --la organización que evalúa cómo de efectiva es la enseñanza de diversas asignaturas para alcanzar altos niveles de razonamiento cuantitativo, escritura analítica y razonamiento verbal-- y comprobarán que en conjunto --y por delante de otras materias como la física, las matemáticas, las ciencias de la computación o la economía-- la filosofía es la actividad intelectual que más destaca en aquello que nuestro pragmático ministro más valora: la razón instrumental. La cual, no lo olvidemos, debe estar al servicio de la razón ética. O como dijo en una ocasión memorable el gran gurú tecnológico Steve Jobs: "Cambiaría, si pudiera, toda mi tecnología por una tarde con Sócrates".

* Profesor de Filosofía