Desde que se diera a conocer el dictamen de la Comisión de Memoria Democrática hemos asistido a toda una ofensiva de la derecha de desprestigio del buen hacer de la misma. Por supuesto que hay voces no tan de la derecha que toman argumentos de ésta, especialmente porque es la derecha quien más ruido hace en estas cuestiones cuando, curiosamente, luego pretenden que no le demos trascendencia al asunto y que cerremos capítulo rápidamente.

La Comisión nació con la voluntad de aplicar la Ley Estatal de la Memoria Histórica 57/2007, así como de la Ley de Memoria Histórica y Democrática de Andalucía, buscando la máxima participación y el máximo consenso. A la consecución de estos trabajos se dedicó en cuerpo y alma esta Comisión, para la elaboración del Dictamen que habría de ser debatido y aprobado por el Pleno, tal y como señala el acuerdo unánime de todos los grupos.

Es curioso, sin embargo, que llegado el momento de adoptar conclusiones, la derecha se resista a aceptar lo que ya se había planteado tras meses de trabajo. Es aquí donde ya flaquean sus fuerzas y les sale el conformismo con el pasado franquista. Y no solo no quieren asumir su propio trabajo sino que, además, pretenden engañar a la ciudadanía proponiendo un referéndum sobre materias tasadas por la ley, y dando a entender que la ciudadanía no va a poder participar, cuando todo el proceso de nombramiento de una calle se halla determinado reglamentariamente e incluye la participación ciudadana. Nunca se ha planteado un referéndum para ello y supondría un dispendio de dinero público para una cuestión que se encuentra perfectamente regulada por ley, y además por leyes perfectamente participadas.

Pero la cuestión principal a discutir no es esa. La gran mentira está en desviar la atención. La cuestión que le preocupa al PP y a estas dos leyes, es la de considerar el callejero como acto de homenaje de la vecindad. Efectivamente, el nombramiento de una calle, un colegio, un pabellón deportivo, suponen actos de reconocimiento y de celebración, actos que suelen ser de gran emotividad, cuando se reconoce a personajes de la vida asociativa de vecinos y vecinas, gente que practicó las reglas de la buena vecindad, o que fue especialmente generosa con la misma. Todo ello da lugar efectivamente a debates, que no siempre alcanzan el consenso, pero que tienen que partir de la base de la propia dignidad de las personas a quienes se reconoce. Cuando su dignidad está en entredicho por hechos tan reprobables como participar en un golpe de Estado que propició una dictadura fascista con miles de muertos a sus espaldas no hay lugar al reconocimiento o a su mantenimiento.

¿Podemos hacer un referéndum para olvidar a quienes sufrieron torturas y vejaciones? Desde el grupo de IU creemos sinceramente que eso no es posible. Por eso en estos momentos llamamos a la ciudadanía a solidarizarse con las víctimas, no con los verdugos, llamamos a mirar adelante y renombrar sus calles con nombres dignos, que nos llenen de sentimientos de alegría y libertad, con nombres que no provoquen rechazo a nadie y nos sitúen en la Historia de nuestras grandezas y no de nuestras miserias.

A quienes dicen que los nombres no importan (y si no les importan por qué tienen tanto interés en mantenerlos), a la vecindad trabajadora y honrada de esas calles le pido que no siga formando parte de esa historia, de la que se escribe por la fuerza y honra a quien la ejerce. Porque los nombres sí son importantes, y el buen nombre de esta ciudad también.

* Viceportavoz del grupo municipal de IU en el Ayuntamiento de Córdoba