La aplicación de la Ley de la Memoria Histórica de Andalucía, aprobada con treinta años de retraso, está demostrando que hasta ahora no hemos sabido curar las viejas heridas pendientes desde la Guerra Civil. En pocos días se acumulan noticias y tomas de postura como las siguientes. El Ayuntamiento de Córdoba podría quitar el nombre de personajes muy importantes en la historia de la ciudad, de las calles y plazas que ahora llevan esos nombres; este periódico editorializa sobre el tema. El cardenal Rouco Varela, arzobispo emérito de Madrid, dice en portada de un periódico nacional que querer revisar lo que pasó, ni es oportuno ni bueno. Hace unos días, una fotografía del general Franco que estaba expuesta a la venta en un mercadillo de antigüedades, estuvo a punto de originar un ridículo conflicto de orden público. El Ayuntamiento de Priego en sesión plenaria celebrada a finales del pasado mes de noviembre, aprobó por unanimidad un escrito en el que se «reconoce» que dos concejales socialistas que lo fueron durante la II República, murieron asesinados en los primeros días de la guerra solo por ser socialistas, sin haber cometido ningún delito.

Pedí a mi grupo político que me diera la oportunidad de intervenir y dije que aquellos dos concejales habían sido asesinados por hacer lo mismo que nosotros estábamos haciendo: presentar propuestas para solucionar los problemas de Priego y de los prieguenses. Y que me daba pena que hubiéramos tardado tanto (80 años desde que murieron y casi 40 desde que vivimos en libertad) en reconocer que fue una gravísima injusticia lo que se hizo con ellos. Pocos días después hablé con un nieto de uno de los concejales asesinados y confirmé que cuando algunos dicen que ya es hora de olvidar lo que pasó en la guerra, otros tienen el derecho a responder: «sí, vamos a olvidar, pero antes yo quisiera encontrar los restos de mi abuelo para colocarlos con los de mi abuela que tanto sufrió; es lo único que pretendo»...

Sé que lo ideal sería que estas heridas hubieran quedado saldadas durante la tan traída y llevada Transición, pero no lo hicimos porque nos faltó valentía, tal vez porque sobraron amenazas, y sobre todo, porque nos faltó generosidad y sentido histórico. Cuando todavía oigo a algunos decir que «los de la memoria histórica solo quieren condecorar a los de un bando pero no se acuerdan de los del otro bando», pienso que demuestran mucha ignorancia o muy mala fe. En Priego, como seguramente ocurrió en otros muchos pueblos de Andalucía y de toda España, se puso el nombre de algunos muertos en el frente de guerra integrados en el ejército franquista, a un colegio, una calle o una plaza; y algunos disfrutaron de ese honor durante sesenta años, mientras que los huesos de los dos concejales de la II República todavía no han sido encontrados. No hay comparación posible...

No sé si está justificada la eliminación de los nombres de Cañero, Cruz Conde y Vallellano; por lo que conozco creo que sería un error suprimir esos nombres. Tampoco sé si el único fallo de la Ley de la Memoria Histórica y Democrática de Andalucía es que llega treinta años tarde. Sería muy lamentable que la Ley sirviera para reavivar viejos enfrentamientos, que es lo que algunos parecen desear; o para revisar con objetivos partidistas otros periodos de nuestra historia.

Pero de lo que sí estoy convencido es de que ahora ya no hay motivos (si es que alguna vez los hubo), para que la reconciliación entre todos los españoles no sea efectiva.

* Concejal del Ayuntamiento de Priego de Córdoba