La Comisión Municipal de Memoria Histórica continúa sus trabajos y quehaceres para consumar la retirada de la nomenclatura callejera de aquellas vías rotuladas con nombres que tengan algo que ver con el recuerdo de la época franquista.

Quisiera traer, con este artículo, un poco de cordura a la desaforada intención que parece tener, como único e incontestable objetivo, el borrado del callejero cordobés de la avenida del Conde de Vallellano; de la calle Periodista Quesada Chacón; de la avenida de Fray Albino; de la plaza de Antonio Cañero; de la calle Doctor Antonio Manzanares y ¡del paseo de la Victoria!

Vamos a ver, señores comisionados: posiblemente baste con hacer una simple operación aritmética para centrar el tema. Desde 1939, año en que se instauró la oprobiosa dictadura franquista, hasta 1975, año en el que se «celebró» la muerte «en su propia cama» del dictador general Franco, transcurrieron 36 años. Desde 1975 hasta 2017 han transcurrido 42 años. Es decir, llevamos 6 años más viviendo en tiempo pre y democrático que los que se vivieron con el yugo dictatorial de los férreos gobiernos de Franco. ¿Nos dice este dato algo en qué reflexionar? A mí, desde luego, sí que me dice mucho.

¿Desde 1979, año del primer Ayuntamiento democrático tras el período oprobioso no ha existido ocasión alguna de plantear estos temas «callejeros» con más ahínco y dedicación dado el entusiasmo que provocó la irrupción democrática en nuestra ciudad y, por supuesto, en nuestro nomenclator callejero? Y teniendo en cuenta que salvo dos Consistorios de centro-derecha (PP) todos los alcaldes y alcaldesas que han gobernado el Ayuntamiento de Córdoba han sido de izquierdas (IU y PSOE) ¿Por qué no se han rotulado estas vías --como se ha hecho con otras-- con otros «personajes más idóneos» y que hubiesen defendido los intereses de Córdoba con más eficacia y eficiencia que los que ahora se quieren borrar de la lista de calles de esta Córdoba de mis entretelas? Y es que, digo yo... ¿posiblemente será que no encuentran sustitutos con más enjundia y categoría ciudadana y que les lleguen, siquiera, a rozar los talones tanto curricular como vitalmente para «justificar» tales cambios?

Miren, señores comisionados: tengo 73 años y ya solo peino canas. Nací en 1944 y cuando murió Franco mi edad ascendía a 31 abriles. En 1970 contraje matrimonio, eso sí, previa compra de un modesto piso. Fui padre de un hijo y de una hija. Con un solo salario, el mío, se cubrían, afortunadamente, todas las necesidades y quedaba algo para ahorrar. El trabajo nunca me faltó y, hasta mi jubilación, formé parte de las plantillas de seis empresas diferentes, todas ellas ubicadas en Córdoba. ¿Qué por qué les cuento esto, señores comisionados? Porque es el «cuento» de una vida normal, en un contexto oprobioso, donde miles de personas con mi edad solo supimos esforzarnos, trabajar muchísimo y tener fe ciega en un tiempo mejor, que llegaría sin duda, pero sin rencores que desbarataran aquello por lo que yo, como muchos, quizás solo trabajando, construimos desde 1978. Algo que ustedes, señores comisionados, tienen la intención de borrar a través del callejero tomando como «rehenes» a quienes, precisamente, trabajaron de verdad por Córdoba.

Y en aquel tiempo y con aquel escenario, me sonaban muy familiares los nombres del Conde de Vallellano, suegro del alcalde D. Antonio Cruz-Conde, cuya avenida todavía es imprescindible en el tráfico de esta ciudad; de Fray Albino, obispo de Córdoba, venerado por los vecinos de la barriada que lleva su nombre y que él creó de la nada y donde yo crecí, maduré y me sentí ciudadano cordobés, inquieto personal, cultural y profesionalmente; de D. Francisco Quesada Chacón, fundador de la Asociación de la Prensa de Córdoba; de D. Antonio Cañero, que, junto a Fray Albino, resolvió numerosos problemas de vivienda donando terrenos de su propiedad, además de llenar los cosos taurinos rejoneando toros «en punta» y manteniendo el pabellón de esta ciudad a la altura de los Califas taurómacos; de D. Antonio Manzanares López, pediatra de enorme prestigio, referencia andaluza de la medicina infantil y hombre de empresa que formó parte de la firma Molina Hnos, Seat, en la que yo tuve la suerte de trabajar y en donde me sentí reconocido, valorado y justamente retribuido. Estas personas, señores comisionados, ostentan la rotulación de unas vías cordobesas por sus reconocidos méritos y sus respectivos compromisos de ciudadanía con Córdoba, no por su ideología ni porque, fantasmagóricamente, fueran «representantes» de ninguna oprobiosidad. ¡¿Y qué decir, entonces, del Paseo de la Victoria al que, también ustedes, quieren borrarlo del mapa cordobés?!

Después de 40 años de democracia, más o menos perfecta, la perspectiva histórica ideologizada no se puede dar de bruces con realidades que han vivido --hemos vivido--- los cordobeses y cuyo planteamiento incorrecto, incivil y equivocado solo puede herir la sensibilidad de mucha parte del pueblo cordobés.

Rectifiquen y sean sabios, que bastante falta les hace...

* Gerente de empresa