EEl pasado sábado. día once del presente mes de febrero, se celebró el Día del Enfermo, día que no podemos pasar por alto, ya que de alguna manera nos afecta, antes o después, a todos, causándonos, más que dolor físico, sensación a veces de abandono, de poca atención, de frialdad, etc. por parte de los profesionales de la medicina, profesión que tengo muy comparada con el magisterio.

Pero no me voy a referir, como sucede siempre, y en todas las profesiones, a censurar a médicos, enfermeros, hospitales, etcétera, que sin duda los hay con poca vocación y mala, muy mala gestión, sino que aprovecho esta ocasión, que ganas tenía, para elogiar a un excelente profesional de la medicina, a un cirujano diez, a un médico que ante todo no se olvida de su condición de ser humano. Me voy a referir y me estoy refiriendo a nuestro querido, y nunca bien elogiado, Francisco --Paco-- Sánchez de Puerta.

Lo conocí, aproximadamente, hace unos treinta y cinco años en una complicada, en aquellos años, operación de vesícula. Desde entonces, más que como médico, lo he visto como amigo, atento siempre a los enfermos sin que los festivos siquiera sean para él días de paso largo, cariñoso, atento, entregado totalmente a los enfermos de cualquier clase y condición.

El gran médico canadiense William Osler, dijo, entre sus muchas famosas frases: «Es mucho más importante saber qué tipo de paciente tiene una enfermedad que saber qué clase de enfermedad tiene un paciente, porque el buen médico trata la enfermedad y el gran médico trata al paciente que tiene la enfermedad». Esto es algo que lo sabemos casi todos, y es seguro que no lo ignora ningún profesional, pero de saberlo a practicarlo hay un paso gigante para muchos que, sin mirarte siquiera, recetan y adiós muy buenas.

No así para nuestro querido Paco Sánchez de Puerta, que sabe escuchar, mirar, empatizar con el enfermo al que unos minutos de atención, unas palabras de ánimo, de comprensión, pueden curar más que todas las recetas del mundo.

* Maestra y escritora