No hay acuerdo entre los investigadores sobre el nombre y origen del mes de mayo, asociándolos algunos a la diosa Maia, otros a la ninfa Maya y otros a Maius Juppiter; es el quinto mes del año gregoriano, a pesar de que en el calendario romano fue el tercero, por estar enero y febrero ubicados a fines de la temporada. Probablemente para muchos sea el mejor período de la añada y mis ojos siempre anhelaron su regreso por estar cercano el final de curso. También, por cuanto nos apuntan algunos de los viejos refranes castellanos que le dan la bienvenida. En España, y en la mentalidad popular, se le considera como el mes del esplendor de la vegetación y de las fiestas, concentrándose en el mismo gran cantidad de ellas entre sus jornadas más floridas, y asumiendo como en otros lugares del Viejo Continente un carácter marcadamente agrario. Así, por ejemplo, las celebraciones cristianas de la Cruz, las de san Gregorio Ostiense o san Isidro Labrador, se asocian a los cultos al árbol, al agua o a la agricultura, con sus rogativas y ritos que perduran en el tiempo, sin día fijo hoy para festejarlos como lo tuvieran antaño. Las exigencias del momento de no interrumpir el periodo semanal de trabajo, hicieron que en numerosas corporaciones locales y, por medio de las hermandades, se trasladaran muchas de sus fiestas al fin de semana próximo al de su celebración. En algunas, el árbol que preside el ritual se lleva hasta las plazas, para así dar ocasión a jornadas de carácter orgiástico.

Varios casos, hoy en desuso, ejemplifican algunas de sus costumbres más significadas. El primero de mes se celebran mayos en Pedro Muñoz (Ciudad Real), Redondela (Pontevedra) o Tortoles (Burgos), donde los mozos plantan un pino en la plaza local. Por las fiestas de la Santa Cruz, su Invención, le dio un marcado matiz cristiano que no desterró lo mucho que tuvieron de paganas. Mientras encienden su antorcha de perfumes y, en Mayo, el lobo ya ve la luz, las cruces y altares se instalan en los barrios más castizos de nuestras poblaciones, siendo presididas por alguna mujer soltera a la que proclaman «Maya» o reina del mes. Su fiesta, más pagana que cristiana, como todas las que tienen por fondo la estación del amor, siempre fueron un tributo a la hermosura y, hoy en día, aún se la recuerda como la fiesta de la flor. Son numerosas las Cruces que se montan en Andalucía, en especial en las provincias de Córdoba y Granada. Dichos días también se plantan mayos en numerosas localidades de España, entre otras, en Isona (Lérida) y Laza (Orense). Por san Gregorio, hay romería en Lodosa (Navarra), celebrándose igualmente en Conquista (Córdoba) o en otros lugares de Castilla, Extremadura y Aragón.

El carácter agrario del ciclo caracteriza al mes con la celebración patronal de san Isidro, bajo cuya advocación se pusieron las faenas del agro, dando así origen a celebraciones harto variadas en más de doscientas poblaciones de España. Como muestra, basta con ver las que tienen lugar en nuestra provincia, siendo rara la localidad que no cuente en honor del santo labriego con una salida campestre, o bien con una romería hasta sus ermitas. Son más de sesenta los núcleos cordobeses en los que con diferentes rituales y costumbres se festeja a san Isidro Labrador, tal y como expusimos junto a Francisco Luque-Romero Albornoz en el libro que sobre «Fiestas Populares de Córdoba», en 1997 y con el patrocinio de Enresa, nos publicara Diario CÓRDOBA. Algunas de nuevo cuño, pero otras como supervivencia de las que antaño se celebraron en la provincia. Fuera de ella, el día 17, San Pascual Bailón, se festeja, con la fiesta de los Pastores y la danza del Tío Zarrón, en Almazán (Soria), así como en Villarreal de los Infantes (Castellón). Son igualmente muchas las fiestas con ritos fecundantes, algunas sin fecha fija y en domingos variables, que forman parte ya del complejo ciclo de Mayo, y que la Iglesia captó para agruparlas junto a la fiesta de la Ascensión del Señor. Entre ellas, algunas con usos y formas características de culto popular, que hicieron bueno el viejo refrán que dice que por san Urbano «el trigo ya se ha hecho grano». En Alhama de Granada, cuando llega Mayo, entre las mozas casaderas, se da la dionisíaca ceremonia del columpio, rito clásico de ascensión, como el que se da cuando se trepa el mayo o cucaña, costumbres inspiradas en la idea de ascenso y en el crecimiento de la vegetación. Lo vemos en otras celebraciones de nuestra tierra, inspiradas en la fertilidad del mes más florido, que hasta que no se va, por san Germán, «no digas que tienes vino ni pan». Mayo, un mes que cierra por san Fernando, en el que «huelga el mozo a pesar del amo», se festeja en Aranjuez y San Fernando de Henares (Madrid), San Fernando (Formentera), Bolaño de Campos (Valladolid) y Sevilla, donde al patrón de la ciudad se le homenajea en la Catedral con una fiesta religiosa, civil y militar.

* Catedrático