Nos están matando. Disculpen, nos están matando. Este mensaje se repite en las redes sociales. Sí, nos están matando. A una media de una mujer por semana en España. Quizá más. La última tenía 43 años, murió acuchillada. Sus dos hijos también sufrieron heridas. Cuando se publique este artículo, quizá ya sea otra la última víctima. Otro rostro, otros hijos y otra muerte, pero la misma causa. O tal vez la asesinen mañana. Esa pareja que parece tan normal. Esa mujer con la que coincidimos en el ascensor. Puede que no hayamos oído nada. Ni percibido ese moratón apenas disimulado por un mechón de pelo. Ni esa mirada huidiza o ese temblor en las manos. Pero, quizá sí. Quizá más de una noche las voces han trepado hasta nuestra ventana. Y nos hemos preocupado o nos hemos lamentado o hemos subido el volumen del televisor, porque no es asunto nuestro. Ya se sabe, lo que pasa en casa, se queda en casa... Una puerta. Eso es lo único que separa la vida de la muerte. Una puerta blindada por una idea de privacidad que deja de tener sentido cuando tras ella habitan los golpes, las amenazas. Cuando la muerte ronda, el hogar es cosa de todos. Para convertirse en héroe no hace falta vestir mallas ni armarse hasta los dientes, basta con una llamada de denuncia. H

* Periodista y escritora