La comunicación social está viviendo un momento de esplendor en las redes sociales. Pero, la comunicación en redes no es propiamente la información. Podemos comunicar lo que se nos antoje, sea una prolija relación de textos y fotos de acontecimientos públicos y privados, sean mensajes políticos o propaganda, sean una feria de las vanidades, sean verdades como puños y mentiras como una casa. Pero insisto, eso no es información. Facebook está permitiendo la circulación de ideas, de pensamientos, de expresiones de una sociedad libre y democrática pero igualmente cobija la difusión en masa de propaganda torticera, graves insultos a la dignidad de las instituciones, personas y principios fundamentales de la honorabilidad y privacidad. No hay reglas. Vale todo. Una auténtica salvajada, una jauría suelta de comidillas pueblerinas que en otro tiempo chismorreaban en el mercado, en los bares y entre bambalinas. Antaño se decía «los niños y los borrachos dicen la verdad»; ahora, la verdad es patrimonio de todos, se suelta una burrada o una mentira y se apela a «mi verdad, mi libertad de expresión, mi derecho a difundir lo que me da la gana» por la ventana de Facebook. Y venga, sin redes, ni paracaídas, le deseas la muerte al más pintado, y eso es lo que hay. O te gusta o no te gusta. Abre la ventana y que circulen todas las barbaridades del mundo.

Pero eso no es información. La información requiere de un tratamiento metodológico y científico que se llama periodismo. La necesidad de conocer la fuente, el contenido, el destinatario, contrastar la veracidad del mensaje, someterla al riguroso control profesional y ético. Pero, ¿qué saben los usuarios de ese proceso? Nada. Lo grave es saberlo y pasarse la deontología por el forro de las cloacas.

Y en nombre de esa libertad, cada vez más, afloran banderas estúpidas, soflamas, patrióticas, tergiversación de la historia, manipulación de leyes y normas. Un campo abonado para exaltados reprimidos, un tiempo peligroso que alimenta serpientes pasadas. Paremos de una vez por toda, tanto ridículo nacionalismo trasnochado, defenestrado y construido sobre superhombres de razas elegidas por el destino patrio. Venga ya. Hablemos de cosas serias, trabajo, educación, vivienda, comunicación, respeto, democracia.

* Historiador