Imagínense a los descendientes de Karl Marx empeñados en que el capitalismo está atravesado por crisis internas que le harán desaparecer por sus propias contradicciones y proponiendo que los filósofos se dedique a cambiar el mundo, como si no tuvieran bastante con ignorar la lucha de clases. Sería preocupante, ¿verdad? Es lógico pues que a los capitalista no les guste Marx ni sus acólitos y se echen mano a la cartera para proteger sus plusvalías cuando oyen hablar de marxismo.

--Pero ¿qué es el marxismo? --me preguntará posiblemente usted incómodo.

--La radiografía del capitalismo.

--¿Y qué es un capitalista? --insistirá suspicaz

--Pues como dijo Gómez de la Serna en genial greguería, es "un señor que os pide fuego y se queda con vuestras cerillas".

--Y ¿qué es la plusvalía, buen hombre? -querrá saber alterado ya.

--Pues las cerillas.

Y basta de catecismo, que es lo que yo digo: si esta es la situación actual, y lo es, y si tal teoría fuera cierta y el desenlace dentro de la historia, que no lo sé, ¿no nos encontraríamos en un momento extraordinario para cambiar el sistema? Es cuando algunos echarán de menos que les falten las cerillas.

Pero hay que entender al pobre empresario, que se ve obligado a invertir cada vez mayores cantidades de plusvalía en capital constante si quiere ganar ventaja competitiva en el mercado, pues de lo contrario quedará eliminado y engrosará el paro. Como vemos a diario por la desaparición de las pymes (280.000 desde el inicio de la crisis), el mercado no desarrolla armónicamente la sociedad, sino que, dejándolo libre, es más bien como una célula que crece al cáncer del oligopolio y a la metástasis del monopolio. Al final el pez grande se ha comido al chico. Esta acumulación de capital normalmente lleva aparejada una creciente automatización del proceso productivo y con la deslocalización, el despido baratito y el "ejército de reserva" bien pertrechado, los salarios se recortan que da gusto. Es decir, mayor concentración de la riqueza y progresivo aumento de la miseria. Los neoliberales toman esto con mucha filosofía y, cuanto más piensan, más incrementan las desigualdades. Ahora España anda a la cabeza de Europa. Pero Marx en El Capital anuncia la buena nueva de que este tipo de producción no es un régimen absoluto, sino puramente histórico, un sistema que corresponde a una cierta época, y que, por su imparable dinámica de acumulación creciente de capital, lleva consigo la formación de las condiciones de producción necesarias para llegar a otras condiciones de producción, no individuales, sino colectivas, sociales. Pero no dice cuándo y esto despista mucho a los socialdemócratas, mientras los del PP siguen privatizando y recortando servicios sociales.

Y llegamos al debate esencial de estos oscuros tiempos: se trata de saber si los capitalistas del mundo unidos podrán por las buenas mantener el invento que tantos beneficios (plusvalía) les ha dado, y Dios lo quiera, porque, antes que devolver las cerillas a los trabajadores, son capaces de pegar fuego a París y que arda Troya.

* Comentarista político