Más de cuatro mil personas recorrieron diversas calles de nuestra ciudad hasta abrazarse con la Mezquita y continuar hacia la Calahorra donde el concierto de Yael Deckelbaum (Israel) y de Mirian (Palestina), abanderadas del movimiento mundial por la paz, puso fin a una jornada jalonada por actuaciones distintas en todos los barrios, centros culturales y artísticos de nuestra ciudad. La movilización del sábado fue consecuencia de un trabajo minucioso que, coordinado por un grupo de mujeres, dio como resultado el desbordamiento de alegría, de cultura, de juventud, de esperanza por un futuro mejor, por un futuro de paz,

Los adoquines de las calles de Córdoba, de nuestro Puente Romano, cedían ante el paso alegre y decidido de los manifestantes, mezclándose la cultura, la música, la cordialidad, la solidaridad por un solo objetivo: la paz. No fue una manifestación al uso, fue una muestra distinta de que se pueden hacer cosas diversas y que unan, fue una marcha en la que no podía existir la rivalidad, el enfrentamiento, en la que las banderas, sustituidas por el blanco del atuendo brillaban como el sol que nos azotaba, y donde los globos blancos sustituían a las pancartas. El blanco símbolo de paz y esperanza nos unió en una jornada histórica.

Córdoba, el día 3 junio ha escrito con letras mayúsculas de mujer cual es el camino a seguir para que nos veamos todos reflejados en esa lucha que cada día debe plantearse para conseguir la paz en el mundo. Córdoba fue un clamor de reivindicación por la paz, que debe servir de ejemplo para otras ciudades, para otros pueblos.

Si los caminos de tierra -el de la gran marcha por la paz iniciada en Israel por mujeres árabes- y adoquines -como el de Córdoba- se unen, si las mujeres y hombres de los pueblos nos unimos para conseguir la paz, si a escala global somos capaces de instaurar un movimiento que focalice este sentir estaremos contribuyendo a algo maravilloso: la paz, elemento clave junto a la eliminación de la marginación, de la discriminación, de la desigualdad para acabar también con el terrorismo.

Al terminar el acto se escuchaban muchas voces: esto no es el final, esto es el principio de una lucha imparable para acabar con las guerras. La paz debe estar reflejada a diario en los quehaceres de las personas de buena fe, en las tareas de los movimientos sociales, de las organizaciones de todo tipo, hay que impregnar a esta generación de que ello es posible, de que un mundo mejor es posible. Solemos decir: quiero para las generaciones futuras un mundo mejor. Y pregunto: ¿Por qué no para esta generación? ¿Por qué dejar para el futuro lo que hoy podamos conseguir? ¿Por qué alargar el sufrimiento de tantas personas? Prosigamos.

<b>Antonio Amil Castillo.</b>

Córdoba