Cuando ya no queda nada que decir, porque todo está dicho, lo mejor es no decir nada y seguir los Mandamientos. En estos dos últimos días todos los expertos ya nos han explicado sus equivocaciones previas en clave de aciertos, así es la política y sus arúspices, pero olvidaron que en política, como en religión, los mandamientos (o los planteamientos, si hablamos en laico) se resumen en dos: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. Amar a Dios sobre todas las cosas, en política significa amar a los tuyos por encima de todo, no traicionarlos, y los partidos más centrados, los llamados "de gobierno" han traicionado a los suyos en lo que más duele, en el bolsillo, y la clase media se ha cansado de ser siempre la que paga el pato vía recortes, nóminas, IRPF e IVA, y el domingo se ha quedado en el brasero. En cuanto al segundo mandamiento, hombre, no seáis merluzos amando al prójimo más que a vosotros mismos, hay que amarlo en todo caso igual, pero no más. Y ese amor desmedido e hipnótico por Podemos, ese arrobo casi lúbrico en el que hasta Julio Anguita ha pecado, ha traído lo que ha traído. Porque de antiguo hay una regla de oro que dice que si asumes como tuyos los postulados de otro, la gente se desconcierta y entonces va a preferir el original (el otro) que la copia (tú). Casi hasta el final, cuando las calabazas ya eran evidentes, las declaraciones de amor a Podemos fueron constantes, y así la dote se la han llevado los del círculo morado. Pero no hay mal que por bien no venga, Maduro no ha pasado el Rubicón del Caribe, y en el Mercadona no faltará papel higiénico.

* Profesor