No tengo malos días porque no soy una mujer», afirmó Vladimir Putin en un documental dirigido por el cineasta estadounidense Oliver Stone. Malos días y mujer unidos en una sola frase y en boca del líder ruso solo pueden referirse a la menstruación. Es decir que, como ya imaginábamos, Putin no sangra por la vagina ni padece el conjunto de alteraciones físicas y emocionales que sienten las mujeres en edad fértil. Tampoco sufre el síndrome premenstrual. Que puede causar dolores de cabeza, musculares, en articulaciones, irritabilidad, cambios de humor, episodios de llanto, torpeza, fatiga, ansiedad… Tampoco sufrirá dolores menstruales. A veces, tan intensos que convierten la vida diaria en una auténtica tortura. No, nada de esto sufre Putin. Él no convive desde la adolescencia con un malestar/dolor que, durante siglos, se relacionó con la impureza. Aún hoy perdura cierto silencio, cierta vergüenza social. Sufrir, callar y seguir adelante, eso toca. El presidente ruso asegura que como no tiene «malos días» no necesita tomarse días de descanso. La fanfarronada no puede ser más tramposa. Tacha de debilidad lo que solo es fortaleza. Cuando Putin protagonizó aquella famosa sesión de fotos montando a caballo con el torso desnudo buscaba transmitir la imagen de líder potente, capaz de lidiar con todos los obstáculos. Ni se imagina la fortaleza que hubiera necesitado para cabalgar con fuertes dolores menstruales.

* Escritora