No es el resultado de un partido de fútbol; es la formulación de una contienda cultural centrada en los museos Arqueológico y de Bellas Artes, resuelta eficazmente por Málaga, que en Córdoba están condenados a una prolongada e injusta situación de asignaturas pendientes. Días pasados tuve ocasión de conocer ambos museos malagueños en el curso de una provechosa visita cultural organizada por los Amigos del Museo Arqueológico, abierta también a los Amigos de los Museos. Se trata de dos instalaciones ejemplares agrupadas en el nuevo Museo de Málaga, inaugurado el pasado diciembre, que potencia la apuesta de la ciudad costera por el turismo cultural y que ha sido instalado en la antigua Aduana --potente edificio neoclásico de austeridad herreriana infrautilizado hasta ahora- tras su acertada rehabilitación por el Ministerio de Cultura.

Antes de llegar a tan envidiable resultado Málaga había sufrido un penoso calvario, pues su museo de Bellas Artes fue desalojado para dar paso al Museo Picasso mientras que el Arqueológico fue expulsado de la Alcazaba a raíz de su cierre por obras de restauración, lo que alimentó una creciente movilización popular que reivindicó la infrautilizada Aduana para sede de los dos museos escamoteados. Los malagueños deben estar orgullosos del resultado final, como percibí en los muchos visitantes. Sentí sana envidia mientras recorría las espaciosas instalaciones y sus colecciones de Arqueología y de Bellas Artes, expuestas en las plantas primera y segunda con un criterio museográfico moderno, didáctico e informativo, que las convierte en amenos libros abiertos para explicar el pasado, desde las raíces fenicias de la antigua Malaca hasta el florecimiento de las bellas artes, especialmente en los siglos XIX y XX. El generoso espacio del que disponen ambas secciones les permite el lujo de abrir al público en la planta baja su curioso almacén, experiencia poco frecuente. Y un pero subsanable: que no hubiese aún una guía impresa ni siquiera un modesto plano a disposición de los visitantes.

Mientras volvía con los dientes largos tras disfrutar del Museo de Málaga, gestionado por la Junta de Andalucía, reflexioné sobre la situación actual de nuestros museos homónimos. El de Bellas Artes, que no amplía su espacio expositivo desde 1955, lleva años soñando con el nuevo edificio proyectado en el solar cedido por el Ayuntamiento junto a la Calahorra, inundado hoy de jaramagos para asombro de los turistas que frecuentan la zona, un sueño que la crisis económica parece haber convertido en imposible. Pese a la buena gestión de los últimos directores y su afán por transformar el museo en centro cultural vivo y dinámico, la escasez de espacio lo asfixia, hasta el punto que el montaje de la reciente y magnífica exposición temporal de Antonio del Castillo obligó a desmontar la mayor parte de la colección permanente. Pero es que además, la paralización sine die del nuevo edificio mantiene guardado e invisible el interesante legado artístico de la familia Romero de Torres adquirido por la Junta de Andalucía en 1988, cuyo destino final será su exhibición en las salas del actual Museo de Bellas Artes, una vez desalojadas.

¿Y qué decir del Museo Arqueológico? El 31 de enero de 2011 se inauguró con toda pompa oficial su ampliación en el moderno edificio anejo al Palacio de los Páez con una espléndida exposición temporal que bajo el título Córdoba, encuentro de culturas reúne las mejores piezas hasta entonces mostradas en la contigua sede, que quedó clausurada para emprender la rehabilitación del edificio en el que reinstalar posteriormente los fondos con arreglo a un programa museográfico que responda a las exigencias de los tiempos modernos.

El nuevo Museo de Bellas Artes y la rehabilitación del Palacio de los Páez son dos lamentables asignaturas pendientes que duermen el sueño de los justos en algún limbo administrativo, sin que la Córdoba cultural se haya movilizado hasta ahora, como en Málaga, para sacudir la indolencia del Ministerio de Cultura, que en el caso del Arqueológico llegó a fijar una partida de 320.000 euros en los Presupuestos Generales de 2011 destinada al concurso de proyectos de rehabilitación del Palacio de los Páez, puro papel mojado, pues no se aplicó a ese fin.

Qué buena ocasión hubiera sido el 150 aniversario de su creación, que ahora se cumple, para inaugurar el nuevo Museo Arqueológico. Pero aquí nadie se mueve. ¿Es que estamos dormidos?

*Periodista